06 mayo 2018
La penúltima función del terrorista intocable y moribundo
Varias veces se le
dio por desahuciado debido a un supuesto cáncer. Y tantas o más escapó 'in
extremis' cuando iban a detenerlo, lo que disparó la leyenda de que era agente
doble
Es el último general
de ETA, fue hace poco padre con una titiritera francesa, y el viernes fue
convocado para echar el cierre a tanto terror
Así es Josu Ternera,
escurridizo como una serpiente
El más ágrafo de todos ellos puso el colofón de viva voz,
como no podía ser de otro modo. ETA no pudo elegir mejor al terrorista cuya
presencia sirvió para echar el cierre a más de 50 años de terror. Josu
Urrutikoetxea Bengoetxea, Josu Ternera, estuvo allí prácticamente desde el
principio y fue el viernes el protagonista de una declaración en la que la
organización terrorista se aferra al porvenir de una nueva fase para no tener
que asumir su derrota. Un terrorista que lo
fue todo en la banda, cuyas tesis, las que mantuvo toda la vida
como irreductible, han sido vencidas, pero que permanece huido de un modo
injustificable. Terrorista pero intocable. Tiene su parte de metáfora.
Son incontables las ocasiones en las que Ternera logró huir antes de
ser detenido a principios de 1989. Y muy curiosas las
circunstancias en las que ha logrado escapar -tres veces entre 2011 y 2013-
después de que el Tribunal Supremo anunciara que había bases para procesarle
por haber ordenado el atentado contra el cuartel de la Guardia Civil de
Zaragoza en el que murieron 11 personas.
Precisamente, en la más escandalosa de ellas, estuvo
involucrada una fundación de resolución de conflictos muy similar a la Henry Dunant , desde
cuya sede en Nairobi se marcó el teléfono de la casa en la que Ternera estaba
visitando a su hijo, en una zona apartada de la localidad de Saint Gervais. Al
día siguiente no había ni rastro del
personaje y todo el trabajo de seguimiento
extrajudicial realizado por los servicios secretos franceses y españoles no
sirvió de nada. El registro de llamadas telefónicas solicitado jamás fue
remitido a los investigadores españoles, que todavía hoy están convencidos de
que la alerta inicial partió de uno de los despachos del Gobierno en Madrid.
Josu Ternera se inició en los
asuntos de ETA con una acción de propaganda consistente en pintarrajear las
tumbas de los cementerios desde Basauri hasta Llodio. No cuajó su intención de
estudiar en la Escuela
de Ingenieros de Bilbao -sólo estuvo un año- pero eso no significa que
careciese de dotes para la estrategia. Al contrario. Su trayectoria muestra que
toda pintada encontraba su hilo conductor antes o después. Trabajó en el Banco
de Vizcaya, en una escuela que la institución tenía en Deusto y participó en
los robos perpetró ETA a principios de los años 70. Estuvo en el atraco a la
empresa de Faustino Orbegozo para conseguir los cuatro millones de pesetas que la
banda necesitaba para comprar armas y mantener a sus miembros.
Y en el asalto a un furgón de la misma entidad en la que había sido admitido
para trabajar.
Después fue ascendiendo en el escalafón organizativo y
disfrutó de la hospitalidad francesa en el más amplio sentido de la palabra. En
aquellos años, los etarras alquilaban las salas de los hoteles para organizar
sus siglas y celebrar sus congresos. Tenían una vida familiar plácida
compatible con la compra de armas y la preparación de los atentados y Josu
Ternera supo combinar
estupendamente ambos aspectos sin que nadie le molestase. En 1977 las
autoridades francesas le consideraban oficialmente un terrorista muy peligroso
pero, aunque los policías de base hacían su trabajo y le seguían, el Gobierno
galo no tenía ningún interés en atraparlo. Por eso se sabe -así lo ha publicado
Florencio Domínguez en Una vida en ETA- que en Biarritz dos bares, Le
Madrigal y Le Croix des Champs eran como su oficina donde recibía a sus
compañeros y daba el visto bueno a las captaciones.
Tanto es así que cuando un grupo de mercenarios, entre los
que había un francés, un austriaco y un corso, estallaron mientras preparaban
una bomba destinada a los bajos de su coche, el ministro del Interior del país
vecino pidió explicaciones al Gobierno español. El etarra, ya con
responsabilidades en la banda, no tenía ningún problema en solicitar un permiso
de armas a la administración gala y sabía que si se producía algún atentado en España
demasiado llamativo su castigo iba a ser un simple confinamiento de
semanas en uno de los departamentos franceses y poco más.
En 2008, cuando Ternera fue designado por ETA como el interlocutor
con el Gobierno español, representado por Jesús Eguiguren, a éste le llamó la
atención la facilidad que tenía el etarra para adaptarse a las circunstancias.
Estaban los dos concentrados en un hotelito perdido en una zona boscosa de los
alrededores de Oslo donde la oscuridad dominante era capaz de acabar con el
ánimo más templado. Se había rumoreado que Urrutikoetxea sufría
cáncer y que había estado ingresado en un
hospital universitario alemán, el mismo en el que fue tratada Raisa, la mujer
del ex presidente ruso, Mijail Gorbachov. Pero Eguiguren no vio nada de eso.
Ternera era riguroso en la administración
de sus tiempos, hacía deporte durante horas y cuidaba en extremo la
alimentación. Son rasgos que habían destacado durante su estancia previa en prisión, que
dicen mucho de su personalidad y que es posible que fueran si no adquiridos, si
desarrollados en los cursos que él, junto a otros etarras, recibieron en la Academia de Policía de
Souna, en Argelia. Hacían gimnasia, artes marciales, recibían nociones de
topografía y planimetría, realizaban recorridos de combate a campo abierto y
aprendían a manejar todo tipo de armas.
Estuvo como responsable de los comandos que actuaban en la
costa guipuzcoana, compartió con Antxon la dirección del aparato político
durante algunos años y estuvo al frente del aparato internacional. Mientras
Antxon era pura verborrea hueca escrita, Ternera reconoció desde
siempre que a él no le iba todo eso de escribir.
Mientras estuvo al frente del aparato político tuvo siempre amanuenses. Desde Txelis a Elena
Beloki, y durante la última negociación en la que participó, los enviados del
Gobierno reconocen que le escribieron los textos que se hicieron públicos
firmados por ETA.
Ternera hacía el seguimiento de las
actividades de Herri Batasuna para que el partido no se descarriase, tenía 20
personas trabajando para él en este ámbito, destinó dinero para comprar
revistas que difundiesen las tesis y la versión de los hechos de ETA y llegó a tener en nómina a dos
topos en el PNV cuya
identidad todavía se desconoce.
Al frente del aparato internacional se garantizó todo tipo
de simpatías. En los papeles incautados en la fábrica de Sokoa constan de forma
manuscrita pagos correspondientes a Cuba, Cabo Verde, Dinamarca o Panamá y
buenas relaciones con los movimientos terroristas europeos e hispanoamericanos. Urrutikoetxea supo crear una red
paralela de amistades que le han procurado seguridad al margen
de las estructuras de ETA.
Dos momentos resultaron especialmente delicados en una
trayectoria tan disciplinada y pulcra. Su huida de una operación policial en la
que fue capturado Santi Potros y él se dejó las fichas escritas sobre decenas
de refugiados y militantes que serían detenidos en las semanas posteriores. Y
el momento en el que fue detenido por la Policía francesa. ETA preparaba una
tregua de dos semanas con
un comunicado redactado por Beloki al que él dio el visto bueno y parecía que
el Gobierno socialista estaba predispuesto a mantener contactos. El entonces
secretarios de Estado Rafael Vera se reunió con los abogados de Batasuna
Esnaola y Fando y una grabación demostraría años más tarde que cuando Vera
preguntó si, con el plan que había sobre la mesa, la operación contra Ternera podría
continuar, ellos aseguraron que sí.
Su detención resultó espectacular. En Villa Thadee, una
casa de dos estructuras en las que vivía la familia de un profesor de la
universidad de Bayona y otra pareja y a la que Ternera acudía con frecuencia
conduciendo una moto roja espectacular. La detención fue de
película y cuando se produjo en el vehículo viajaban dos
personas, la que conducía, Agnes Cerlo, que a la postre ha acabado siendo su
tercera esposa, y el propio Ternera.
El hecho es que a pesar de la vida en la clandestinidad, el
que fuera número 1 de ETA tuvo tiempo para tener una vida familiar
relativamente organizada. Su primera esposa fue Karmen Laskibar, madre de sus
dos primeros hijos, Egoitz e Irati. Su segunda pareja fue Elena Beloki y la
tercera, la joven Agnes Cerlo, una titiritera que recorrió los pueblos del País
Vasco contando la vida de Zoe, «un muñeco lleno de vida y de fantasía». Ella le
procuró un tercer hijo, un bebé gracias a
cuyo nacimiento Ternera fue localizado por
última vez.
En prisión, Urrutikoetxea se dedicó, de forma marcial, a
distribuir su tiempo entre el deporte -se levantaba a las cinco de la mañana
para entrenar dos horas- y la restauración. Se sacó un diploma de cocina por la UNED tras descartar los
estudios de Historia y sentenció a Carmen Tagle, fiscal de la Audiencia Nacional
que le tomó declaración en París junto a Baltasar Garzón, cuando la oyó
llamarle «hijo de puta». Lo único que ha escrito, que se sepa, y con ayuda de
una compañero, es un libro de recetas entre las que incluía el menú para
después de las huelgas de hambre (pudín de pescado y nido de patata con
calabacín, por ejemplo, con dos copas de vino). Eso, y una ristra de posturas
intransigentes.
Apenas se puso al frente del aparato político, en los 80,
desdeñó la oferta realizada por Francia para dialogar y eso le costó a la banda
la pérdida del santuario francés. Tras el atentado de
Hipercor, en el que un coche bomba mató a 21 personas, se produjo una crisis interna; HASI,
la correa de transmisión entre ETA y Batasuna, pidió a la banda que se tomase
«unos meses de vacaciones». Ternerazanjó la discusión expulsando a los disidentes.
Finalmente en la tregua del 98, desde prisión, ya advirtió de que ésta sería
irreversible sólo si se conseguía la autodeterminación y la territorialidad y,
fracasado el intento, no dudó en reprochar a sus compañeros que se hubiesen
«dejado llevar por un globo ilusorio impulsado por nuestros enemigos».
Tras varios años en los centros penitenciarios de Fresnes y
Muret, Josu Ternera fue
entregado a la Policía
española en la frontera. Estando en prisión provisional fue diputado por Euskal
Herritarrok y miembro de la comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco. El Supremo le puso en libertad porque
las acusaciones coincidían con los delitos por los que había cumplido cárcel en
Francia pero después abrió una causa contra él por el atentado de Zaragoza tras
recibir un informe inculpatorio de 1.300 folios elaborado por la Guardia Civil sobre
su participación.
Logró huir pero dio una rueda de prensa en la sede de la ONU de Ginebra que provocó la
queja ante Kofi Annan del Gobierno español. Annan participaría luego en el
paripé del palacio de Ayete previo al cese definitivo de 2011, aunque se
arrepentiría más tarde.
Estando huido se reunió con Eguiguren para emprender la
negociación de 2008. Sobre su carácter cuenta el socialista vasco que tras
estar discutiendo durante horas sobre los términos de un comunicado
compartieron cena en aquel pueblo de Oslo. Hablaron de la dificultad de los
hijos para vivir en un clima de violencia y pasaron un rato agradable.
Al reportar al entonces ministro Rubalcaba, éste pidió a
Eguiguren que realizase una modificación terminológica y el socialista se acercó a la zona
donde se alojaba el terrorista para planteárselo. Montó en cólera, le acusó de
querer cogerle con la guardia baja y de haberse hecho el simpático para colar
la modificación. «Atribuí la reacción a un problema psicológico», decía
Eguiguren. «Nos enemistamos para siempre, por decirlo de algún modo. aunque los
miembros de la Henry
Dunant solicitaron que nos pidiéramos disculpas mutuas, fue
una mera formalidad».
Cuando la cúpula de ETA decidió romper la tregua y volver a
atentar, quitó de en medio a Ternera y, a pesar de que la condición para
negociar era que estuviera él de interlocutor, Thierry le sustituyó en los
encuentros con Eguiguren mientras Txeroki ordenaba los atentados. Según las
Fuerzas de Seguridad, cuando Urrutikoetxea dejó el Parlamento Vasco para vivir en la clandestinidad, no se
incorporó a ETA. Probablemente al principio intentó reconstruir
el aparato político con algunos etarras de la generación de su hijo pero no
continuó intentando dirigir nada. Eran otros tiempos. ETA ya estaba derrotada.
No
ha aparecido en los papeles en ninguna de las operaciones contra las sucesivas
cúpulas. Sin embargo, siempre ha estado ahí. Dicen los expertos que la suya ha
sido una función de «política representativa sin ningún papel», una especie de
«asesoría». Una vez huido, estuvo en la reunión que le costó la vicepresidencia
a Carod Rovira y en la que éste pacto con ETA una tregua para Cataluña. Estuvo
negociando con Eguiguren en nombre de ETA y después volvió a Oslo, tras el cese
definitivo», para aconsejar a David Pla y a Iratxe Sorzabal, que se quedaron esperando a que el
Gobierno español se reuniera
con ellos para
resolver las «consecuencias del conflicto». Tras el fracaso también de allí
logró desaparecer. Hasta el viernes cuando se constituyó en el único etarra en
libertad
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