08 mayo 2018
Un
éxito que no hemos celebrado
Jordi Juan, Director de Contenidos de lavanguardia.com
El anuncio de la disolución de ETA es uno
de los hechos más importantes de la historia de España y se ha producido tras más de 850 muertos, un
enorme esfuerzo del aparato del Estado para debilitar al terrorismo y el
incansable trabajo de negociadores de buena fe para acabar con tanta locura.
Dar esta noticia hace diez o veinte años hubiera supuesto un acontecimiento
extraordinario que hubiera llenado de satisfacción a todo el mundo y un inmenso
alivio para todos aquellos que han vivido amenazados por la barbarie etarra.
Sin embargo, el punto final a esta larga carrera de muertes no se ha recibido
con la solemnidad que merecía.
De nuevo, la política cortoplacista ha
marcado la mayoría de las declaraciones y los gestos de los dirigentes que
viven más pendientes del rédito electoral inmediato que de saborear una
victoria histórica de la vida sobre la muerte. Seguro que ha influido que el
anuncio de ETA ha llegado tarde y mal, después que en 2011 anunciase primero el
alto el fuego permanente y después el cese de la actividad armada. La
organización terrorista ha demorado en exceso el momento de su entierro y aún
tiene que entregar todo el armamento del que dispone. Pero esto no es un
argumento suficiente.
Si rebobinamos unos cuantos años atrás, hay que recordar
los enormes esfuerzos y los sapos que tuvieron que tragarse los distintos
gobiernos de
González, Aznar o Zapatero cuando
enviaron a emisarios para negociar cara a cara con ETA. Hoy parece que nadie se
acuerde de lo mucho que estaba dispuesto a pagar el Estado para acabar con el
terrorismo o como se vulneró la ley para ponerse al mismo nivel con
organizaciones paramilitares como el Batallón Vasco Español o los GAL.
Para los que les ha gustado hacer paralelismos con los
irlandeses del IRA, hay que recordar el gran trabajo que costó el
desmantelamiento del grupo terrorista que llegó incluso a crear un grupúsculo
(el IRA Auténtico) y siguió protagonizando acciones. El final de ETA podría
haber sido muy dramático y, de hecho, sus últimos jefes tenían pensadas algunas
acciones como la voladura de las torres KIO en Madrid o una casa cuartel en
Cádiz, que pudieron ser abortadas por las fuerzas de seguridad, evitando
grandes masacres. Que toda esta pesadilla haya acabado no puede ser aceptado
con indiferencia.
Este triunfo incontestable de la democracia se ha
construido sobre dos pilares. Uno, fundamental, que ha sido la actuación
policial que, con la colaboración de Francia, ha ido asestando tantos golpes a
los etarras que les ha debilitado de forma decisiva. Los terroristas se
quedaron sin cantera. La policía calculaba que en el año 2000, ETA contaba con
más de mil miembros y diez años después no llegaban a 50.
Otro, ha sido el propio cambio de una parte importante de
la sociedad vasca que ha ido evolucionando de una laxitud a una condena sin
paliativos de la actuación etarra. Por un lado, el PNV rompió todas las amarras
ideológicas con el mundo etarra y, por otro, la izquierda abertzale, a la que
siempre se le podrá echar en cara que nunca condenó la violencia, sí que jugó
un papel decisivo en los últimos años a la hora de defender el fin de la lucha
armada.
ETA ya es historia y justamente por eso ahora llega el
problema del relato. Al hacer balance, ya hay quien quiere hacer su particular
versión para aplicarla en su propio beneficio. ETA no deja de matar por propia
iniciativa, sino por la presión de la policía y de la sociedad vasca. Y el
Gobierno de Mariano Rajoy que
nunca se ha sentado a negociar con los terroristas no puede negar que el Estado
que representa sí lo ha hecho. Y una de las condiciones que puso sobre la mesa
fue el acercamiento de presos. Aunque Rajoy lo niegue, el lehendakari Iñigo
Urkullu afirma que le arrancó este compromiso en conversaciones privadas.
Tendría todo el sentido del mundo hacerlo a partir de ahora.
Las víctimas del terrorismo merecen toda la consideración y
es normal que en algunos casos puedan perdonar, pero nunca olvidarán.
Justamente por esto mismo, sería una pena que no se pusiera en valor el
tremendo éxito del fin del terrorismo. Disfrutémoslo.
Opinión:
Excelente artículo del amigo Jordi Juan, a quien conozco desde que
cubrió el atentado en Hipercor. Por ello puede hablar con conocimiento de causa
porque cubrió la información en la que pudo observar tanto sufrimiento. No creo
que se fijara en aquellos que se inventaban heridas en la plaza que se
encuentra entre las dos naves de los almacenes porque me consta que estuvo
durante mucho tiempo haciendo un educado seguimiento de los heridos graves y
nuestras graves secuelas.
Así pues, solos resaltar mi absoluta conformidad con el artículo publicado,
que pone sobre la mesa muchas de las cuestiones que aparte de ideologías políticas
refuerza la idea de que somos muchas las víctimas que esperábamos este momento,
ya iniciado en octubre de 2011 y ahora finalizado.
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