06 abril 2018
Koldobika Jauregi rechaza que su escultura
sobre el desarme busque ofender a las víctimas
Covite insta al
Gobierno a «presionar» a Francia para que repruebe la instalación el domingo en
Baiona del monolito «con el símbolo de la banda terrorista»
«Yo nunca tuve la intención de ofender a nadie, a ninguna
víctima. En absoluto. ¡Con todo lo que han pasado!». Koldobika Jauregi, autor
de la escultura que se inaugurará el domingo en Baiona dentro de los actos de
conmemoración del primer aniversario de la entrega de armas de ETA, y que ha
generado críticas en algunos sectores de las víctimas, aseguró ayer a este
periódico que su obra, denominada 'Arbolaren Egia' ('La verdad del árbol')
pretende «todo lo contrario». «Lo que representa es que toda la historia de
terror ha terminado», afirmó contundente y sorprendido por esta polémica el
artista de Alkiza que, precisamente, ayer se encontraba inmerso en las labores
de instalación del monolito en el lugar donde quedará ubicado, la plaza Roland
Barthes en la Petit
Bayonne.
Covite fue
el primer colectivo que salió ayer a mostrar su indignación. Instó al Gobierno
de Mariano Rajoy a «presionar» a Francia para que repruebe la instalación de
dicha escultura. La asociación presidida por Consuelo Ordóñez responsabilizó al
Ejecutivo del PP de «todos los movimientos que la izquierda abertzale y el
entorno etarra han realizado para preparar la campaña de propaganda en torno a
un supuesto final de la organización terrorista». Horas más tarde, también la Fundación Víctimas
del Terrorismo, que preside Marimar Blanco, censuró que Baiona perpetúe «la
simbología de ETA».
La delegación de Iparralde
Ante estas
reacciones, Jauregi lamentó que «que en este país es muy difícil no ofender a
nadie. Veo que los temas relacionados con el terrorismo de ETA despiertan mucha
susceptibilidad y lo puedo entender, pero yo no he pretendido insultar a
nadie». Y destacó que a él nadie le planteó cómo tenía que ser su escultura y
menos que fuera a provocar «tantas protestas».
La pieza
del artista guipuzcoano es de acero, pesa tres toneladas, con una altura de
ocho metros y una anchura de cuatro, y simboliza un hacha enterrada de cuyo
mango brota la copa de un árbol, en alusión a la entrega de los arsenales. La
delegación de Iparralde, es decir los Artesanos de la Paz , Bake Bidea, el
Ayuntamiento de Baiona y los cargos electos de Iparralde, fueron los encargados
de encomendar la escultura a Jauregi para convertirla en una «obra de todos,
porque el desarme fue un logro de todos, tal y como me explicaron desde el
Consistorio de la capital labortana».
«Me
encargaron la obra y presenté la maqueta. A partir de ahí, se estudió la
financiación y los plazos fueron muy apretados, porque me lo comunicaron poco
antes de Navidad. Y si acepté el trabajo fue porque contó con el apoyo de toda la Corporación , hubo un
consenso absoluto. De no ser así, hubiera dicho que no», aclaró el escultor,
apenado por la polémica.
Tras
recordar que el hacha con una serpiente enrollada es el símbolo que identifica
a la organización terrorista, Covite consideró «inconcebible cómo cualquier
vulneración grave de los derechos humanos se convierte en aceptable si la
protagonista es ETA». En este sentido, Jauregi reconoció en que es el hacha el
origen de toda la polémica. «El fin de la violencia entraña el fin de sus
símbolos. El hacha aparece de manera invertida, simbolizando el fin de una
era», sostuvo. «Su mango se renueva y se convierte en el nido del árbol. Para
los vascos, históricamente, el árbol representa el lugar de discusión. Y dicen
que esto ofende. ¿Pero cómo voy a hacer un monumento que ensalce a ETA? ¿Cómo
voy a hacer yo un enaltecimiento de la violencia? Sería una barbaridad»,
subrayó el escultor. A su juicio, la intención de la escultura, ubicada además
cerca de la Universidad ,
es que cada vez que los jóvenes la vean «no olviden qué pasó para que no vuelva
a repetirse».
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