16 marzo 2015 (12.03.15)
Maixabel Lasa, ex directora de la OVT
“La decisión
de Rajoy de prohibir encuentros entre etarras y víctimas le pasará factura”
A punto de cumplirse 15 años del asesinato de su
marido Juan María Jauregui, ex gobernador civil de Guipuzkoa, Maixabel Lasa
sólo lamenta que ETA no haya desaparecido del todo. Y también que por su culpa,
ella ya no pueda pasear por Tolosa cogida de la mano de su esposo. Le echa de
menos, “sí, muchísimo”, dice pero el tiempo le ha permitido aceptar el vacío.
Directora de la Oficina
de Víctimas en Euskadi durante 11 años, Lasa (Legorreta, 1951) sabe que la
cinta del horror terrorista en Euskadi no puede ser rebobinada. Por eso
prefiere hablar del hoy y del mañana. De quienes ahora temen la estigmatización
de abandonar la banda en prisión y de cómo se escribirá la historia de los años
del plomo. Para esta histórica militante socialista, queda todavía un largo
recorrido para reconciliar a los vascos con ese pasado terrible. Y censura sin
ambages al Gobierno de Rajoy por impedir que víctimas y victimarios que así lo
deseen puedan hablarse a la cara. Ella lo hizo con los asesinos de su marido y
algo cambió para siempre.
Pregunta. Una vez contó que su
marido le dijo que había soñado que ETA le asesinaba.
Respuesta. Sí. Me lo comentó el mismo día que le
mataron. Bajé a abrirle la puerta del garaje porque tenía una cita en Tolosa y
me lo soltó de golpe. Me quedé helada porque Juan Mari no era de exteriorizar
sus miedos o preocupaciones. Le respondí que no pensara esas cosas porque eso
no podía suceder Unas horas después me llamó mi hermana y me dijo escuetamente:
No salgas de casa. Entendí inmediatamente lo que quería decirme y el mundo se
derrumbó a mi alrededor. Desgraciadamente, hoy pienso en ello y me digo que
algunos sueños se hacen realidad. Por lo menos, el de mi marido.
Una terrible coincidencia
Fue un cúmulo de extrañas coincidencias. Otra es que
cuando estaba en un lugar público, por precaución, siempre se sentaba de cara a
las puertas y las ventanas. Sin embargo, aquel día no lo hizo así.
Juan María Jauregui fue gobernador
de Guipuzkoa entre 1994 y 1996 y es recordado por investigar las torturas que
se practicaban en el cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo, dirigido por
Enrique Rodríguez Galindo. Años después declaró contra el coronel en el juicio
del “caso Lasa-Zabala” aunque para ETA no significó nada en absoluto.
Juan Mari tenía muy interiorizado que algo tenía que
hacer para lograr la paz y la convivencia en Euskadi. Fue una de esas personas
que intentaba construir puentes para el entendimiento. Sin embargo fue
consciente de la dificultad. Alguna vez me comentó su preocupación ante la
entrada en ETA de gente sin ningún rigor histórico de lo que había sido la
dictadura, sin criterio político ni sentido crítico sobre las cosas. Para esa
gente, Juan Mari era un gobernador atípico. No les gustaba que se enfrentara a
Rodríguez Galindo ni que se reuniera con familiares de presos que habían sido
torturados ni que ordenara el cierre de una celda inmunda en Intxaurrondo o que
empezara sus discursos en euskera aunque enfrente estuviera la Guardia Civil.
Estas cosas incomodaban mucho a ETA porque rompía el molde que se habían
construido sobre “el enemigo” y no se lo perdonaron jamás.
¿Ha logrado perdonar a los
verdugos de su marido?
No sé si la palabra perdonar es la correcta. Lo que
sí he hecho es ofrecer una segunda oportunidad a quienes le mataron. Todos
merecemos tener esa opción en la vida. Y los dos asesinos de Juan Mari, José
Luis Carrasco e Ibon Etxezarreta, hicieron un recorrido personal, de autocrítica
y de reconocer el daño causado, trascendental para gozar de esa
oportunidad.
¿Tuvo necesidad de reunirse con
ellos?
Sí, quise darles la opción de que me explicaran que
estaban equivocados, de pedirme perdón por lo que habían hecho. Me reuní con
ellos por separado y les dije que prefería ser la viuda de Juan Mari que ser su
madre porque para ellas tuvo que ser durísimo ver la barbaridad que cometieron.
Ibon Etxezarreta me comentó que escuchar mi testimonio le influyó decisivamente
para dar el paso de rechazar a ETA. Hace un año tuvo un detalle que no
olvidaré. En un permiso penitenciario, se presentó en mi casa con un ramo de
claveles, 13 rojos y uno blanco, que simbolizaban los 14 años que habían pasado
desde que asesinaron a Juan Mari. Fue muy emocionante.
¿Cómo viven los ex etarras este
proceso de reconocimiento por el dolor causado?
Necesitan mucha determinación porque dar el paso
significa sufrir la marginación a la que son sometidos por el colectivo de
presos y que se extiende también a sus familiares. Son borrados del mapa y
pasan a ser traidores. Es un sufrimiento doble, el de la aceptación del horror
cometido y el del estigma al que son subyugados, que en los pueblos pequeños se
vive de una manera más intensa. Hace un tiempo estuve con la madre de uno de
los que mataron a Juan Mari y me confesó el orgullo que sentía por la decisión
que había tomado su hijo pese a las dificultades que ello entrañaba. Es una
persona recuperada para la convivencia en este país y eso es motivo de alegría.
La tristeza es que llegó Rajoy y frenó esa vía conocida con el nombre de
Nanclares.
¿Cuántos han optado por esta
vía?
Pocos. Unos veinte. Pero ha servido de mucho. A
ellos y a nosotros.
¿Cómo encajó la decisión del
Gobierno de poner fin a los encuentros privados entre víctimas y etarras
arrepentidos?
Muy mal. Fue horrible, abominable. La
irresponsabilidad de Rajoy sobre este asunto terminará pasándole factura. Estoy
segura de que todos los presos de ETA no acabarán arrepintiéndose pero aquellos
que lo han hecho podrían ayudar a muchos que en estos momentos se están
pensando dar el paso y comenzar el recorrido de la autocrítica. Prohibir estos
contactos no favorece en nada la pedagogía que ha empezado a hacerse para
reconstruir la convivencia.
Algunas asociaciones de víctimas,
como Covite o la AVT ,
opinan que firmar un documento de arrepentimiento, reconocer el daño causado y
asumir el pago de indemnizaciones pendientes es un fraude.
Con el respeto que merecen, no comparto su punto de
vista. Creo que tratan de difundir una falsa realidad. En primer lugar, no
existe una reducción de condena para el arrepentido. Tampoco se favoreció su
régimen carcelario. Eso lo dejamos muy claro cuando comenzamos a fomentar los
encuentros restaurativos entre víctimas y asesinos. El ejemplo más claro es
Urrusolo Sistiaga, a quien en junio le retiraron el tercer grado por acudir a
una radio junto a una de sus víctimas para narrar su dolor ante el daño
causado. Respecto a que los etarras no pagan las indemnizaciones al Estado
tampoco es cierto. Conozco un caso que saldó su deuda con la herencia familiar
que le correspondía. Lo hizo porque era su obligación personal y porque lo
exigía la ley.
La presidenta de Covite, Carmen
Ordóñez, se reunió con el asesino de su hermano en Nanclares y resultó un
fracaso. Todos pudieron verlo porque se convocó a los medios en la puerta de la
prisión.
Escenificar los encuentros restaurativos con luz y
taquígrafos, como hizo Consuelo, no fue correcto porque vulneró el principio de
intimidad que debía acompañar a este tipo de reuniones. No me pareció
respetuosa con una iniciativa que ha servido mucho a otras víctimas. No sé qué
necesidad tuvo.
El relato de los años del plomo en
Euskadi comenzó a escribirse casi en secreto, en un pueblecito irlandés llamado
Glencree en 2007. Allí fueron víctimas voluntarias de ETA pero también del GAL.
¿Cómo fue el encuentro entre ellas?
Muy gratificante. Nuestro referente inicial fueron
las víctimas de ETA, las abandonadas, aquellas que sufrieron la indiferencia
social y a las que teníamos que arropar primero, porque cuando un etarra moría
se paralizaban las ciudades y los pueblos, se convocaban manifestaciones, se
organizaban protestas y se solidarizaban con sus familiares. Luego se fueron
sumando víctimas de otras condiciones, siempre de manera voluntaria. También
hicimos encuentros en Palencia y en otras partes, sin que nadie lo supiera, a
veces incluso mintiendo a amigos y compañeros. Queríamos mantener la intimidad
absoluta, que no trascendiera a la opinión pública porque era la única manera
de ir ganando la confianza de la gente. El éxito de esta iniciativa fue que las
víctimas se reconocieran entre ellas. Un familiar de un etarra muerto escuchaba
el drama sufrido por una víctima de ETA, y al revés. Y terminaron empatizando. Fue
extraordinario.
Entonces,
surgió la idea de llevar las experiencias compartidas a los institutos para que
los jóvenes pudieran escuchar en primera persona el relato del drama
El Gobierno vasco nos ofreció esa posibilidad. Iban
a un colegio una víctima de ETA y otra del GAL sin que los estudiantes supieran
su identidad para evitar prejuicios. Sólo al final desvelaban su nombre. Y la
respuesta general fue de rechazo a la violencia, viniera de donde viniera pero
en concreto a la de ETA.
Muchas víctimas del terrorismo se
quejan de que los vascos y sus instituciones les abandonaron.
Tienen razón. Como sociedad, Euskadi tiene una deuda
con las víctimas de ETA que algún día deberá saldar. No tengo dudas. Y lo dice
una persona euskaldún que ama esta tierra por encima de muchas cosas.
¿Favorece la lucha contra lo que
queda de ETA la reforma penal recientemente aprobada por el PP y PSOE?
No estoy nada de acuerdo con lo que ha firmado el
PSOE. Es una contradicción a la función penitenciaria de intentar la
reinserción de los presos y es una contradicción a los fines de los socialistas
que aseguran que cuando lleguen al poder retirarán la ley. ¿A qué estamos
jugando?
¿Cree usted que la dispersión de presos
sigue siendo útil?
No. Creo que todos los presos, los comunes y los que
no lo son, deben estar lo más cerca posible de sus lugares de origen. Por el
bien de ellos y de sus familiares
Algunos presos veteranos de ETA ,
tras cumplir condenas de 25 o 30 años, salen de prisión sin haber renunciado a
la lucha armada, se encuentran con un entorno desolador para sus
objetivos y sufren graves problemas de adaptación. ¿Qué se puede hacer con
ellos?
Que piensen. Hace poco hubo un acto en Durango y lo
que percibí en sus miradas fue una gran soledad y mucho odio acumulado. Dirán
que se sienten orgullosos de lo que hicieron pero nadie se siente orgulloso de
ellos.
¿Siguen existiendo reticencias en
la izquierda abertzale para aceptar el dolor causado?
- Sí, sin duda. Hay dirigentes muy cualificados que
deberían decir las cosas de forma más clara de la que lo hacen hoy en día.
Siguen enmascarando hechos terribles bajo objeciones banales y meten a todos en
el mismo saco. Eso es mentira. Los peros no sirven para este asunto, les guste
o no les guste. Asesinar o justificar el asesinato en función de que eran otros
tiempos o yo qué sé es intolerable y terminarán admitiéndolo.
¿Qué le parece que Arnaldo Otegi
esté en prisión?
Se trata de una persona que en su día marcó el
camino del fin del terrorismo para la izquierda abertzale y es posible que en
la calle pudiera hacer más cosas de las que ahora hace. Pero no muestra
excesiva autocrítica. Cuando ETA mataba, él estaba ahí. Y aunque censura la
violencia, no observo en él una revisión personal de lo que hizo. No conozco
con detalle los motivos que impiden su puesta en libertad y, por lo tanto,
prefiero no opinar sobre ese asunto.
¿Debería la izquierda abertzale
participar en la redacción de la memoria histórica de los años del plomo que ha
empezado a escribirse?
Ese relato debe contar lo que ocurrió aquí. Pueden
existir matices pero no se puede justificar lo injustificable. Aquí se asesinó
y eso no puede matizarse con nada. El que sufrió torturas también debe contar
lo que le hicieron pero eso no justifica la violencia practicada. Desde 1976
vivimos en democracia y esa es una línea muy gruesa y definitiva para que
alguien venga a justificar cualquier acto de violencia.
Opinión:
Estoy absolutamente de acuerdo
con las opiniones de Maixabel. Siempre he pensado que a quien se considera el “enemigo”
(en este caso, la banda terrorista ETA) hay que dividirla utilizando todos los
recursos que la legislación ofrece y, evidentemente, ETA se estaba dividiendo
tras cada uno de los encuentros preparados ya fuera desde el Gobierno de
Vitoria o desde el Gobierno de Madrid.
Maixabel conoce perfectamente la
situación que se vive en el País Vasco y por ello entiende que estamos en un momento
muy importante para conseguir nuestro propósito: que nadie mas sufra lo que ya
hemos sufrido otros ciudadanos. Y me consta que Maixabel también ha tenido que
sufrir la presión de alguna que otra víctima que solo buscaba su propio
provecho personal olvidándose del resto del colectivo. La naturaleza humana
tiene estas dosis de egoísmo...
Ahora quiero aprovechar la
ocasión para aclarar también un asunto que ciertos ignorantes (pocos pero
ruidosos y con cierto apoyo mediático) van mintiendo por ahí... mi encuentro
del 15 de junio de 2012 con el etarra Caride Simón no fue un acto de promoción
personal... ya en octubre de 2011 alguien, supongo que desde el propio
Ministerio, filtró a un diario la carta que el etarra me había remitido a mi
domicilio y sólo faltó que el propio Ministro explicara el 6 de junio de 2012
(nueve días antes del encuentro) que dos víctimas iban a mantener una
entrevista con sus respectivos victimarios. No es mi responsabilidad que hayan
ciertos bocachanclas cuya ignorancia y deseo de notoriedad les impide estar
callados...
Pero también tengo que mencionar
otro tema desconocido para la mayoría de gente: otra “víctima” que sí acudió a
otro encuentro se dedicó a “aconsejar” a otras víctimas que no aceptaran la
propuesta que les harían llegar desde el gobierno vasco... para así tener el
camino libre y acudir personalmente. Y recuerdo que yo jamás tuve el mas mínimo
contacto físico con el terrorista Caride Simón, autor de 24 asesinatos en
Cataluña. Es decir, ni siquiera le estreché la mano ni al entrar ni al salir de
la salita donde pudimos hablar.
El tiempo da la oportunidad de
poner a cada uno en su sitio...
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