19 marzo 2015
Peligro latente
Tunez, el país que en diciembre de
2010 alumbró con el admirable sacrificio personal de uno de sus ciudadanos lo
que sería la imparable primavera árabe, no se libra del azote terrorista y ayer
un comando intentó penetrar en el Parlamento y se enfrentó a las fuerzas del
orden tras tomar rehenes. Veinte turistas, dos funcionarios tunecinos y los dos
terroristas murieron también en el asalto. Entre las víctimas mortales figuran
dos españoles. El Gobierno ha prometido reforzar su combate contra el
integrismo armado que con este ataque muestra una audacia deliberada, pues su
campo ordinario de acción está lejos, en áreas montañosas fronterizas con Argelia.
Este dato -la presencia de los terroristas en el corazón político y turístico
de la capital- indica un deseo patente de hacerse notar como un factor
insoslayable del escenario social en contra de lo que la inmensa mayoría de
tunecinos ha manifestado en las urnas. El corto trayecto democrático lo ha
protagonizado una potente y activa sociedad civil, incluido el gran partido
islamista Ennahda, que, juiciosamente legalizado tras la caída del dictador Ben
Alí, ha ganado unas elecciones y perdido otras sin rechistar, y ha contribuido
decisivamente a redactar y ver aprobada la vigente Constitución. Túnez no es
Libia. Su desestructurado vecino oriental afronta una situación trágica que
esconde, de hecho, una guerra civil siempre latente y ahora expresada en clanes
y sectas. No es el caso de Túnez y las esperanzas terroristas de cambiar este
país por la fuerza son sencillamente nulas. Pero no las de causar daños
colaterales graves y eventualmente duraderos. El atentado ayer vuelve a poner
de relieve cómo el yihadismo terrorista es un fenómeno activo muy cercano
(Túnez está a menos de dos horas de avión). En España, la pasada semana
recordamos a las 192 víctimas del 11-M, mientras la policía se encuentra en
permanente estado de alerta. La desarticulación de células integristas en
nuestro país se produce de forma periódica, la última hace cinco días. Por todo
ello, atentados como el de ayer tienen que provocar un firme rechazo por parte
de la comunidad internacional. Lo sucedido es producto de una amenaza latente, constante
y cruel que debe ser combatida sin tregua y con una gran labor de inteligencia
policial. Túnez forma parte de ese frente de combate y de solidaridad con su
aventura democrática y su vida en paz.
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