23 marzo 2015
Los 900 kilómetros del
Consejero vasco
Ángel Toña, responsable de Empleo
vasco, visita periódicamente a un etarra preso en París
Toña califica sus visitas al preso de ETA Aitzol Etxaburu de "personales"
Cada dos meses, Ángel y su mujer hacen 900 kilómetros para
visitar a Aitzol en la cárcel de Fleury-Mérogis, en París. Ángel, veterano
profesor, le da consejos en sus estudios de acceso a la universidad. Quiere que
cuando salga siga su vocación. No es su padre, pero lleva cinco años
encargándose de todas las gestiones del preso. El visitante es Ángel Toña y en febrero fue nombrado consejero de Empleo y Política Social por el Gobierno
vasco del PNV. El preso es Aitzol Etxaburu Artetxe, exjefe de
logística de ETA y antiguo hombre de confianza de Garikoitz Aspiazu, Txeroki.
Nunca hablan de política.
"Es un asunto familiar y muy personal"explicaba Toña en una entrevista concedida al periódico vasco Deia. Cuando
lo eligieron para el cargo, sin embargo, ya anticipó que las visitas de un
consejero vasco a un etarra podían ser “sensibles”. Fue uno de los primeros
asuntos que trató con el lehendakari Iñigo Urkullu al aceptar este puesto de responsabilidad. El
líder del PNV lo aceptó. Entendía que era algo íntimo que ocurría en muchas
familias. “Mi relación es con Aitzol, al que conozco desde que era niño. No con
lo que hizo en ese mundo. Son cosas distintas”, admitió Toña.
“Casos de concejales del PSN con
hijos en la cárcel, familias de UPN en la Audiencia Nacional
o de gente del PNV de visita en Puerto [centro penitenciario gaditano] son,
tristemente, muy habituales”, explican desde la asociación de familiares de
presos Etxerat
No es tampoco la primera vez que una figura pública
ajena a la izquierda abertzale visita a un preso por su relación personal. El
antiguo presidente del Parlamento vasco Jesús Eguiguren, del PSE, por ejemplo,
es amigo de Arnaldo Otegi. Pero la historia de Toña está alejada de la
política. Es un relato de amistad y compromiso. El padre de Etxaburu, pescador
de Ondarroa, y el consejero se conocían desde que de niños jugaban por la villa
pesquera vizcaína. “Fue mi mejor amigo”, contaba.
Mientras su madre estaba enferma y
su padre en el mar, Etxaburu huyó a Francia con ETA. Durante este exilio
autoimpuesto, los progenitores murieron. En 2009 fue encarcelado. Debía cumplir
dos condenas: una de ocho años, por la gestión de zulos y artefactos explosivos,
y otra, de 12, que penaba al aparato militar. “No tiene delitos de sangre”,
subraya el consejero vasco.
En ausencia de sus padres, pidió
llamar a Toña, que se había responsabilizado de sus hermanos: “Estaban en
situación precaria, necesitaban ayuda económica, emocional y afectiva”. El
entonces profesor de Economía de Deusto, casado y con tres hijos, no ha querido
dar más detalles de su relación con el etarra a EL PAÍS. Quiere reservar la
intimidad de su vida personal y la de su familia. No quiere frustrar sus
relaciones.
Pero el asunto, como era de
esperar, ha levantado críticas. “Si tiene el deber moral con un etarra, no
debería haber aceptado el cargo”, piensa la presidenta de la Asociación de Víctimas
de Terrorismo, Ángeles Pedraza. “Puede hacer lo que quiera en su vida, pero no
puede ser objetivo. Urkullu tenía que haber elegido otro consejero”. La
asociación de víctimas Covite, por su parte, no quiere entrar en su ámbito
personal, aunque ve esta situación como una “oportunidad de influir e instar a
los presos a desvincularse y a ayudar a enaltecer los casos no cerrados”.
Aitor Merino, un actor vasco
afincado en Madrid desde hace más de 30 años, trató de explicar este aparente conflicto moral en Asier eta biok (Asier y yo) una carta cinematográfica dedicada a sus “amigos de Madrid”. Su compañero de la
infancia salía de prisión al comienzo del documental, y él iba a recogerlo,
cámara en mano. No evitaban la confrontación ideológica, pero su relación
siempre era prioritaria. “Tengo discusiones como con cualquier otro”. Asier
Aranguren era su amigo de toda la vida. ETA pertenecía a una vida que él no
había compartido.
En una de las escenas, la madre de
Asier, nacida en el exilio, recriminaba a su hijo durante la cena de Nochevieja
que utilizara la violencia para algo en lo que ella no creía. “No veo a mi país
con una gota de sangre. Me pone enferma. Me duele que defienda todavía todo
aquello”. Su madre, como Toña con Etxaburu, estaba en las antípodas de su
pensamiento político. Condenaba lo que había hecho. Pero era su hijo. Aranguren
sabía que ETA estaba a punto de dejar las armas, pero ni siquiera eso la
convencía.
El etarra protagonista de la
película volvió a salir de la cárcel de Aranjuez el pasado 11 de marzo. “Voy a
visitarle a menudo, pero a su madre le es más difícil”, decía Merino una semana
antes. Tenía ganas de seguir luchando por su amigo. “Está en una situación
injusta. No debería estar preso de nuevo. Cumplió su pena”, subrayaba
apasionado.
Para Etxerat estos casos son
muestra de que una historia así puede ocurrir en cualquier esfera de la
sociedad vasca. “Lo único que nos une es ser familiares y amigos —algo que
nadie elige— y que vivimos la dispersión”. Toña lo tiene claro: “Trataré de
seguir haciendo las visitas. Es mi obligación”.
Opinión:
Evidentemente
es un tema personal y no voy a entrar a valorarlo. Pero sí me apetece valorar
el hecho de que alguien opine sobre este tema y, en cambio, no lo haga cuando
miembros de la asociación que preside se han entrevistado con algunos terroristas.
O cuando incluso gente de su entorno se empecina en ser reconocida como víctima sin
serlo...
¿O quizás es
que por ser un Consejero del PNV merece más atención o es más utilizable
partidista y mediáticamente?
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