18 junio 2017
Los hijos de Hipercor
Entre los afectados
por el atentado de ETA hubo más de una cincuentena de menores, los grandes
olvidados de la tragedia
A los 23 años, cuando Xavi estaba en Nicaragua colaborando
con una oenegé, la tristeza le rompió. “Hasta ese momento me sentía el más
valiente del mundo, pero comencé a tener ansiedad, a tener miedo...”. El trauma
de ser víctima del crimen de Hipercor afloró: el asesinato de
su padre cuando él tenía nueve años.
Mañana se cumplen 30 años de un atentado con el que ETA
asesinó a 21 personas e hirió a 45 más.
Murieron tres niñas, un niño y una cincuentena de menores más resultaron
afectados: heridos o porque perdieron a su padre, a su madre o a los dos. Xavi
forma parte de este grupo de una cincuentena de treintañeros que comparten una
gran sensación de abandono, que han comenzado a tomar la palabra sobre una
tragedia que les ha perseguido siempre y en la que no siempre contaron.
“Hay años en los que te acuerdas mucho, años que no sabes
qué te pasa y años en los que no te acuerdas. Cuando son los aniversarios los
medios y los políticos están más encima”, continúa Xavi. Su madre, Maria Josep Olivé,
ha sido durante muchos años la voz de las víctimas. Ayer sólo hablaba fuera de
micro, con una sonrisa llena de melancolía. De aceptación y de dolor a la vez.
“Mi hermano de seis años no fue al entierro de mi padre. Sólo hubiera hecho
falta psicólogos que hubieran recomendado que fuese”, continúa Xavi.
“Los niños fueron los grandes olvidados”, apunta Robert
Manrique, el carnicero que, tras el atentado, dedicó su vida a las víctimas. Lo
dice poco después de abrazarse con Mario, hijo de otro asesinado, José Valero.
“Me metieron en un taxi con Robert. Él, con los brazos por fuera del coche”,
apunta Asunción, una de los 45 heridos. Las graves quemaduras no se han borrado
de su piel. A los pocos minutos comienza el acto de recuerdo que el
Ayuntamiento de Barcelona celebraba ayer en Can Dragó.
Todos los familiares llevaron un objeto que les recordara a
su familiar asesinado: un libro, unas gafas, un reloj, una foto... “Yo he
traído unos patucos”, explica Jordi Morales, que cuando el atentado tenía siete
años. Son de su hija de casi tres. “Es igual que mi madre”, dice. En el
atentado murió ella, María Teresa Daza, embarazada, y su padre, Rafael Morales.
Dos vecinos de Santa Coloma de Gramenet, volcados con el activismo social. “Fui
al homenaje del Parlament del viernes. Creo que fui de los pocos familiares de
víctimas, al menos mortales, que fue, porque no vi a nadie más –apunta Jordi–.
Me dijeron que me sentara a partir de la cuarta fila, las tres primeras eran
sólo para autoridades. Creo que sólo en una de las intervenciones se habló de
las víctimas”, apunta Jordi, redundando en el sentimiento de olvido con el que
los afectados siempre han convivido, con el que ellos han crecido. De hecho,
Jordi no se convirtió en víctima hasta once años después del atentado. Jugaba a
fútbol en una peña. Un día fue a ver un partido del Espanyol al que Manrique
llevó a los menores de la asociación. Los padres de Jordi no estaban casados:
él aparecía en algunos documentos, en otros no... Manrique llevaba 11 años
buscando a un huérfano que encontró por casualidad hablando con una monitora
que llevaba al grupo de Jordi.
“Somos personas muy diferentes..., pero compartimos tanto”,
continúa Jordi. “Se han hecho muy pocos actos. Ahora hay uno del Ayuntamiento,
pero treinta años después”, retoma la palabra Xavi, lamentando el uso político
que, por el contrario, sí se le da al terrorismo. “Aunque en nuestro caso,
preguntas qué ideología tiene Manrique y nadie sabe qué decir”, añade Jordi
Valls, el hermano de Xavi.
Ellos ayer llevaron una libreta de su padre, llena de
anotaciones, de dibujos. ¿De sueños? Xavier Valls era arquitecto, un reconocido
activista social, fue militante en la clandestinidad en el PSUC, inspirador del
Plan Popular de Alternativa Urbana de Santa Coloma. “Cuando murió mi padre, mi
madre buscaba fines de semana muy comunitarios, luego cuando regresabas a casa
se me hacía muy duro... ¿Perdonar? Perdonar no se perdona. Y no lo digo desde
la rabia. ¿Pero cómo perdonar a alguien que ha hecho algo que te ha cambiado la
vida?”, pregunta Xavi. Y siempre esa pesada soledad.
Opinión:
Excelente artículo que muestra varias cosas… la pluralidad
que existe en el mundillo de las víctimas del terrorismo que molesta a ciertos
políticos que se creen que son los únicos que pueden opinar e incluso se
arrogan el derecho a decir que son los únicos que nos ayudan… el protagonismo y
el deseo exacerbado de “salir en la foto” que ciertos personajes manifiestan y
que muy bien describe Jordi Morales en sus declaraciones… el compromiso y el
reconocimiento a la excelente labor de Maria José Olivé…
Pese al interés de algunos por apropiarse del trabajo
realizado por otros, lo visto hoy en el homenaje son las mejores pruebas que
demuestran que un trabajo iniciado en 1989 dejó una semilla de solidaridad y
cariño que aún perdura entre le inmensa mayoría de víctimas del atentado en
Hipercor.
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