23 junio 2017
Acuérdense de
nosotros
Hace 25 años empecé a oírles. A descubrir la psicología de
un dolor distinto del que nunca me hablaron en la facultad
Todo pasa demasiado rápido aquel día en Hipercor. El coche bomba
estalló de repente. Ellos, los que se fueron, lo hicieron
rápido, sin darles tiempo a sentir, a pensar en lo siguiente que tocaba.
Pensamientos rápidos de esos que llevamos en la cabeza mientras nos sentamos,
descargamos la compra, nos reímos o -como hoy- nos quejamos del calor. A ellos,
a todos los demás, el miedo se les metió rápido en el cuerpo. Implacable.
Por debajo de la piel herida, o del alma en grito. Se les quedó en la mirada
rápida hacia los lados, en la mirada fija hacia el cielo.
Los
30 años han pasado rápido. Los homenajes también. Y, como entonces, llegó el día después.
El largo y lento día después.Y rápidas, las noticias continúan. Ya no es
actualidad. Ya pasó…
Hace 25
años empecé a oírles. A descubrir la psicología de un dolor distinto del que nunca me hablaron en la
facultad. A llamar a cada trastorno, a cada síntoma con su nombre y su matiz.
El temor a tocar casi cualquier cosa de M. por su
obsesión a infectarse. El llanto de F., a
escondidas tantas noches, hasta que se desbordó en uno de esos aniversarios. El
infierno de V., arrastrando
la sombra del carbón de los diamantes de su vida. El silencio de B. en las curas terribles, porque nunca se permitió
quejarse en voz alta. El marido de D.,
que se convirtió en algo distinto. El hijo T., que nunca quiso ocupar el lugar de su padre.
No nos usen
Vidas. Vidas que, a sus ojos, han continuado demasiado
deprisa. Vidas que desde que les oigo, dicen las mismas cosas: acuérdense de
nosotros. Pregunten cómo estamos. No hablen en nuestro nombre. No nos usen.
No nos mediaticen. No nos nieguen. Vidas que, desde que las conozco han tenido
que luchar contra ustedes, o representantes de lo que ustedes representan, en salas de tribunales.
Vidas que han tenido que oír que no han sabido acreditar
suficientemente su daño, y que no han tenido la gracia de
convencerles.
Vidas que
siguen diciéndoles que están hartos de su lugar en la foto. Vidas, víctimas a las que
en los aniversarios, les dan todo su apoyo, su reconocimiento y su más
sentido…¿qué?. Su sentido de un apoyo solo cuando les es fácil. Cuando vienen
directas. Cuando traen bien sus papeles bajo el brazo. Cuando se les muestran cerca,
detrás siempre de ustedes, y aún son capaces de darles la mano que tan
formalmente les tienden. Con mucho y sentido apoyo.
Dónde estaban en los juicios cuando el abogado de aquello
que ustedes representan intentaba humillarles. Dónde estaban cuando aun
saliendo dignamente con sus secuelas al viento, otros en su nombre recurrían la
sentencia.
Basta ya
Permítanme decirlo por una vez. Me lo he ganado. Basta ya.
Basta ya de reconocimientos delante de monumentos de piedra. Resuelvan lo que les falta por
hacer. Encuentren a las vidas, víctimas de todos, que aún no conocen. Concedan
de una vez el reconocimiento a las que lo son. Dejen su lugar en las primeras
filas, ¿qué hacen ahí? Dejen de poner plazos absurdos y
nombres aún más absurdos a las heridas psicológicas.
No son los correctos. Infórmense. Ni existen las víctimas directas ni las
indirectas. O se es o no se es. Y si alguna se les ha colado…no lo paguen con
las que bastante desgracia tienen por serlo. Y estén atentos, afinen el
oído… suelen ser las que menos hablan, las que menos gritan.
Pregúntennos. A todos los que estamos a su servicio. Les
aseguro que nuestra honestidad está demostrada. Siempre que fui juré decir
verdad. Resuelvan de una vez, que ese es el único homenaje que necesitan. Y
llámenles. A todos. A
todos y cada uno de aquellos por los que lo sintieron tanto. Hablen con ellos.
Y no permitan que muevan ni un dedo por tener la ayuda que les prometieron. Ya les aseguro que eso vale
más que muchas medallas y muchos de los actos con protocolo. Vengan de quien
vengan.
Palabras y mentiras
Mientras una de esas vidas siga padeciendo abandono, sentimiento de
injusticia o de agravio… serán mentira. Serán mentira sus
palabras a sus oídos. Ya se lo digo yo, por si ellos no saben o no pueden.
Dejen ya de venir a apoyarles si esa va a seguir siendo su forma de hacerlo.
Hoy me
permito pedirles que no les hagan más daño. Ustedes estaban en el bando de los
buenos.
El próximo año, o quizás en el 40 o 50
aniversario… o en cualquier cumpleaños de otros terrores, antes de ponerse el
traje de gala, quítense la corbata, descalcen los tacones, quítense el pin y el
tono de leer ante el micrófono. Vayan a su casa antes que al monumento que
elijan, la sala que elijan. Pídanles que les hagan un café. Vayan humildes, sin
pedir perdones que no van a resolver problemas reales. Vayan con ganas de saber quiénes son y qué necesitan. Y solo después,
después de ellos, dejen las flores que merecen aquellos que les siguen observando desde el cielo.
Opinión:
Qué puedo decir de Sara Bosch, que no haya
dicho ya…. la psicóloga que desde 1993 siempre ha estado a mi lado, la que ha
escuchado vivencias que nadie mas habrá escuchado, la que se quedó sin trabajo
cuando dijo en público que el presidente de una asociación solo buscaba su propio
provecho personal, la que recibió el desprecio de un inepto al explicar que las
secuelas que cierto personaje se inventa son absolutamente falsas… podría estar
días explicando quién es Sara Bosch y no terminaría.
Pero no es necesario. Con leer este artículo
que le ha salido del corazón tras asistir al acto del pasado sábado 17 de junio
ya está todo dicho. 25 años de trabajo conjunto y siempre al lado de las víctimas
del terrorismo, trabajando gratis durante años y años demuestra su alto grado
de compromiso con el colectivo.
Y todo gracias a Antoni Bassas, Silvia
Coppulo y un programa de TV3.
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