18 junio 2017
Alsasua,
los rescoldos del odio
Los agresores de los
guardias civiles reciben el apoyo del pueblo
Han pasado casi 40 años, ya ETA no mata, pero estas dos
historias de verdugos y víctimas tienen puntos en común.
No muy lejos de aquí, en esta misma
comarca de La Barranca , un terrorista de ETA mató en 1979 a un hombre ante los
ojos de su hijo de 13 años. La mirada espantada de aquel niño observó
durante años el desprecio de su pueblo hacia las víctimas –el Ayuntamiento de
Etxarri Aranaz llegó a colocar un contenedor de basura en el lugar en que cayó
muerto su padre, el exalcalde Jesús Ulayar--, mientras se volcaba con el
asesino, Vicente Nazábal, mandándole dinero a la cárcel y nombrándolo hijo
predilecto cuando fue puesto en libertad.
La segunda historia arranca la madrugada
del pasado 15 de octubre. Dos guardias civiles de paisano que se encontraban
con sus novias en un bar de la parte vieja de Alsasua --un pueblo navarro de 7.600 habitantes
fronterizo con Guipúzcoa—recibieron una paliza de un grupo de jóvenes de
ideología abertzale. El teniente tuvo que ser operado de un
tobillo, y el sargento y las dos mujeres recibieron atención en el hospital. El
pasado viernes, ocho meses después, los retratos de Jokin, Adur y Oihan, los
tres jóvenes encarcelados por la agresión, permanecen en las principales plazas
del pueblo junto a consignas de apoyo y una advertencia a quienes no comulgan con
sus ideas: “Dejad Alsasua en paz”. Y, efectivamente, el teniente agredido ha
optado por cambiar de destino, su novia de entonces tampoco vive ya en el
pueblo y los familiares de la joven --de origen ecuatoriano-- observan en silencio y con miedo un gran vacío a su alrededor. Algunos
vecinos han optado por retirarles el saludo y cada día acude menos gente al
negocio que regentan.
Pese a todo, el alcalde, Javi Ollo, un abogado de 26 años
perteneciente a la coalición nacionalista Geroa Bai, asegura que Alsasua no es
como lo pintan los medios de comunicación españoles: “La gente está cabreada
porque después de lo que pasó la madrugada del 15 de octubre parece que aquí
estamos en un conflicto permanente, que la Guardia Civil vive
en un gueto y que incluso hay una línea que separa la zona abertzale de la española. Y esa no es la
realidad”. Sí es real, admite, que tanto él como el resto de la corporación
municipal a excepción del único
concejal de Unión del Pueblo Navarro (UPN) --Geroa Bai, EH
Bildu, dos concejales socialistas que no aceptan la disciplina del partido y la
agrupación local de Podemos--, han ofrecido todo su apoyo a las familias de los
tres detenidos. Y que, por el contrario, el consistorio desconoce la situación
de las víctimas de la agresión: “Puede ser que, a raíz de todo el eco
mediático, la familia de la novia del teniente esté sintiendo cierto
aislamiento. Es verdad que estamos más enfocados en la suerte de las personas
encarceladas que en esa familia. Pero eso es porque una parte importante del
pueblo no entiende por qué a estos jóvenes los van a juzgar ahora por
terrorismo”.
Aunque sin prestar su nombre para el reportaje, los más
cercanos al entornoabertzale aseguran que se trató de una simple
pelea de bar entre jóvenes, incluso acusan al teniente de provocar a sus
agresores. Pero, como subraya el alcalde, la mayoría --incluidos reconocidos
juristas-- piensa que no se puede calificar de terrorismo: “No fue una simple
pelea a las cinco de la mañana, porque el detonante fue que eran dos guardias civiles.
Negar eso es negar la evidencia. Pero que vayan a ser juzgados en la Audiencia Nacional
por delitos de terrorismo es una desproporción total”.
Adolfo Araiz, portavoz de EH Bildu en el Parlamento de
Navarra, está de acuerdo con el alcalde: “Se está poniendo el foco en Alsasua
como si aquello fuera la guerra del norte otra vez. Y yo creo que esa es una de
las razones por las que se ha producido una especie de apiñamiento. La
población está en estos momentos más unida que antes del 15 de octubre. Porque
ni Alsasua es un nido de terroristas ni allí se vive una guerra infernal. Hasta
hay guardias civiles que dicen que allí no se les trata tan mal...”.
Es verdad que algunos lo dicen, pero es en privado. La
dirección de la Guardia
Civil ha dado órdenes a sus agentes de no hacer declaraciones
para no echar más leña el fuego. A título de confidencia, algunos admiten que
después de los incidentes se han replegado al cuartel, un edificio con aspecto
de cárcel rodeado de alambradas y cámaras y situado a las afueras de Alsasua.
Para Javier Esparza, presidente de Unión del Pueblo Navarro (UPN), la actual
situación es la constatación del “déficit democrático que se vive en la mitad
de Navarra”. Para demostrarlo se hace una pregunta: “¿Por qué en Alsasua
tenemos cientos de votos y sin embargo nadie está dispuesto a ir en las listas
para ser elegido concejal?”. En la respuesta coincide Esparza con el alcalde:
“Nadie quiere arriesgarse a salir elegido y que su vida y la de su
familia se compliquen”. En Alsasua, como en tantos pueblos de La Barranca , aún asustan los
rescoldos del odio.
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