18 junio 2017 (17.06.17)
Una matanza que no
hay que olvidar
Mañana se cumplen treinta años del
atentado de Hipercor en Barcelona, la mayor matanza cometida por la banda
etarra, en el que los terroristas asesinaron a 21 personas – cuatro niños entre
ellas– e hirieron a otras 45.
Las tres décadas transcurridas han visto
el triunfo de la democracia y la libertad sobre el terror, la victoria, en
definitiva, del Estado de derecho sobre la violencia totalitaria, pero, sobre
todo, el final del discurso turbio con el que una parte de la izquierda
española y de los movimientos nacionalistas pretendieron cubrir ideológicamente
la actuación criminal de ETA.
Basta con hacer memoria, o con acercarse a
la hemeroteca de aquellos años de plomo, para descubrir el infame mecanismo de
propaganda que trataba de enmascarar la vileza. Ocurrió, por supuesto, con el
atentado de Hipercor, como con otros muchos. En el caso de la matanza de la Avenida Meridiana
de la Ciudad Condal ,
no faltaron dirigentes políticos intentando transferir parte de la
responsabilidad hacia las Fuerzas de Seguridad del Estado por no haber
desalojado el centro comercial tras el aviso de bomba.
Con esa infamia, que hoy nos parece
impensable, se hacía pasar un ataque directo e indiscriminado contra la
población civil como un «fallo de cálculo» de los asesinos. La investigación
policial y el posterior juicio acabarían por desmontar una insidia que, durante
muchos años, formó parte del relato justificativo de los proetarras y que,
aunque parezca mentira, consiguió contaminar una sentencia de la Audiencia Nacional.
Pero aquella matanza, como todos los asesinatos de ETA, fue la consecuencia
lógica del intento de imposición de un ideario político mediante el terror, sin
límites morales o principios éticos.
Los autores directos fueron los etarras
Josefa Ernaga, Domingo Troitiño y Rafael Caride Simón, que es el único de los
tres que permanece en prisión, ya que los dos primeros se beneficiaron de la
anulaciónde la
«doctrina Parot» por el Tribunal de Estrasburgo. No sólo introdujeron un
vehículo cargado de 30 kilos de explosivos y cien litros de gasolina, mezclada
con escamas de jabón y disolventes –para producir un efecto napalm– en el
estacionamiento de un centro comercial abarrotado, sino que en sus avisos de
bomba proporcionaron información equivocada sobre la hora prevista de la
explosión, con la que pretendían ampliar sus efectos. Incluso, aunque no se
pudo probar, pudieron estar detrás de la oleada de falsos avisos de bomba que
sufrió en fechas previas la ciudad de Barcelona. Es preciso recordarlo porque,
pese a la derrota, muchos de los que jalearon o justificaron el terrorismo
etarra quieren reescribir la historia.
En este sentido, se ha dicho que el atentado de Hipercor
significó «un antes y un después» en el cambio de percepción de la sociedad
española sobre ETA, precisamente, porque se trató del primer ataque deliberado
contra población exclusivamente civil. Pero no es cierto. La sociedad española
percibía perfectamente la naturaleza criminal de la banda.
En todo caso, Hipercor despojó de las últimas excusas a
quienes buscaban réditos políticos en la vergonzosa ambigüedad. Pero ya es
pasado, y en estos días, todas las instituciones, desde el Ayuntamiento de
Barcelona al Gobierno, pasando por el Parlamento catalán, se están volcando en
el homenaje a las víctimas de aquella matanza, conscientes de que sólo desde el
reconocimiento del dolor sufrido –que es de toda la sociedad española–, desde
el relato veraz de lo que fue la defensa de la libertad y el orden constitucional,
se conseguirá la derrota total de terrorismo y la desaparición de la banda
asesina que más daño ha hecho a los españoles.
Opinión:
Coincido absolutamente con el editorial y añado, por mi
parte, que es un placer ver que ya no se habla de “carnicería en Hipercor” sino
“matanza en Hipercor”…
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