domingo, 20 de agosto de 2017

18 agosto 2017 (8) El Correo

18 agosto 2017



Ocurrió en Barcelona

Luis de la Corte, investigador del Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la Universidad Autónoma de Madrid

En las reuniones de los expertos en terrorismo la cuestión no era si el yihadismo volvería a atentar en España, sino el cuándo y dónde iba a pasar. La ciudad condal ha sido elegida por el yihadismo global para perpetrar un nuevo atentado en España, el primero sufrido desde los brutales ataques en Madrid en el año 2004, con sus 193 víctimas mortales, de infausta memoria. Tras trece años sin terrorismo es posible que la mayoría de los ciudadanos españoles se hubieran acostumbrado a creer que el riesgo persistía en otros países cercanos, pero no en España.
Sin embargo, la perspectiva de nuevas acciones mortales de inspiración yihadista nunca fue abandonada por nuestras fuerzas de seguridad y servicios de inteligencia, incluido el muy competente cuerpo de policía autonómica catalán, los Mossos d’Esquadra. En los ambientes frecuentados por profesionales de la seguridad y expertos en terrorismo se solía escuchar a menudo que la verdadera cuestión a dilucidar no era si España volvería a padecer un atentado sino cuándo y cómo tendría lugar. Y, en efecto, así lo han demostrado los incidentes vividos estos días en Barcelona y Cambrils.
Las preguntas sobre el ‘cuándo’ y el ‘cómo’ son ciertamente pertinentes, aunque lo son menos las de ‘dónde’ y ‘por qué’. Es difícil saber si la fecha del atentado en Barcelona ha tenido algún significado especial para sus autores. Seguramente ha ocurrido ahora como podría haber sucedido antes (al menos dos planes de atentados yihadistas resultaron frustrados en la misma ciudad en los últimos años) o después.
El ‘cómo’ o modo elegido para realizar los ataques no entraña ningún misterio, habida cuenta de los múltiples incidentes terroristas mediante atropellamiento de transeúntes (hasta ocho casos) y acuchillamientos (caso de Cambrils) ocurridos en los últimos años. Además de seguir una directriz difundida por los estrategas de la yihad, se trata de modos sencillos de matar inocentes, cuya ejecución no requiere de especiales destrezas ni experiencia previa alguna, y que resultan terriblemente eficaces a los propósitos característicos de toda acción terrorista: generar pánico y caos, induciendo a cualquier observador a imaginarse víctima potencial de una acción semejante. En todo caso, parece que los terroristas pretendían realizar un atentado más complejo y letal, pero que una torpeza les obligó a improvisar.
Barcelona era objetivo ideal para una acción yihadista por diversas razones. De entrada, esa ciudad y la región catalana han destacado por concentrar una porción considerable de los individuos relacionados con el yihadismo que han residido en España desde finales del siglo XX en adelante. La condición española y europea de Barcelona es otro factor, pues tanto Europa como España son países occidentales que colaboran con los Estados del mundo musulmán que también sufren a los yihadistas (en mucha mayor medida que lo hacemos los europeos) y les combaten.
En el imaginario radical, la mayor parte de la península fue Al Andalus y continúa siéndolo, lo que añade simbolismo al acto. Barcelona es también gran capital que se beneficia de la afluencia permanente de una gran masa de turistas, otro de los blancos preferentes de la violencia promovida en nombre de la yihad desde que este fenómeno hizo su aparición, allá por los años setenta, en el mundo musulmán, para extenderse luego a Occidente y otras muchas regiones.
Atentar contra turistas garantiza una dimensión internacional a cualquier ataque, pudiendo generar importantes costes posteriores por afectación al turismo. Además, los turistas son blancos fácilmente accesibles y objetivos blandos por definición, por encontrarse desprotegidos y tender a concentrarse en núcleos urbanos como el del centro de Barcelona.
Para colmo, el paseo de las Ramblas y el paseo marítimo de Cambrils eran escenarios idóneos para reproducir el modus operandi ya aplicado en Niza, Berlín o el puente de Westminster. En este caso con el resultado trágico de un mínimo de catorce personas asesinadas y más de cien heridos. Y llegamos al ‘por qué’. ¿Qué clase de razones pueden llevar a una o varias personas a cometer esta clase de agresiones abominables que, con la de Barcelona y Cambrils, ya suma treinta incidentes terroristas cometidos en Europa Occidental desde 2014? No hay un solo motivo sino una variedad de ellos superpuestos, derivados de las actitudes y perspectivas que respectivamente han animado a los perpetradores de los atentados y a sus inspiradores y colaboradores. Los asesinos han sido inducidos a creer que sus acciones responden a una obligación religiosa cuyo cumplimiento será recompensado y han desarrollado una visión deshumanizada de sus víctimas potenciales. Creen formar parte de una comunidad de auténticos elegidos para purificar el islam y derrotar a todos sus enemigos, entre los que nos incluyen.

Finalmente, sus inductores e inspiradores tratan, además de demostrar que tienen fuerza para dañar a Europa hasta desestabilizarla o inducirla a cambiar sus políticas respecto al mundo islámico. Por eso, la mejor forma de reaccionar ante atrocidades como la de Barcelona pasa por mantenernos serenos, reafirmar nuestros principios y valores y perseverar en el esfuerzo por perseguir y neutralizar a quienes quieren agredirnos y difundir la ideología de odio que les inspira, continuando con nuestras vidas. Al menos dos atentados se habían frustrado en los últimos años en la capital catalana Atentar contra turistas, que son un ‘objetivo blando’, garantiza una dimensión internacional a cualquier ataque 

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