22 agosto 2017 (20.08.17)
Furia y
serenidad
Germà Ventayol
Es imposble sustraerse al impacto de lo
ocurrido en Barcelona y Cambrils. El terror más gratuito, indiscriminado y
salvaje puesto al servicio de la sinrazón desde la más absoluta de las
cobardías. Así actúa el Estado Islámico en sus diferentes variantes, facciones
y grupúsculos; la interpretación más perversa de las creencias religiosas. Con
estas nos tenemos que enfrentar.
Entre las víctimas hay niños y pacíficos
viandantes, trece en total, que no regresarán; la mayoría eran turistas. Un
centenar más figuran en la lista de heridos, alguno en estado crítico. Es el
balance, triste, de su bravuconada del 17- A en pleno corazón de Barcelona, en La Rambla. Con una
furgoneta. No les bastó, querían más sangre. Otro grupo estaba dispuesto a
rematar la jornada, menos mal que los Mossos d'Esquadra los abatieron en
Cambrils. De nada sirve tanta muerte, pero también hay que admitir que permite
comprobar que la solidaridad sigue presente en el género humano, los
barceloneses - como los madrileños en el 11- M- dieron buena prueba de ello.
Incluso para comprobar que los políticos también son capaces de dejarse llevar
por las emociones, como la alcaldesa Ada Colau. O que en estos momentos tan
duros el Gobierno y la
Generalitat son capaces de colaborar y trabajar de manera
coordinada, circunstancia hasta ahora insólita cuando aparecían juntos Mariano
Rajoy y Caries Puigdemont.
Los nombres de Barcelona y Cambrils se unen a
los de Niza, Estocolmo, Berlín, Londres y París, ciudades que también han sido
escenarios de las salvajadas de los terroristas islámicos. Y es muy probable
que no sean los últimos. Hay que asimilar que la convivencia con este tipo de
riesgos es inevitable, pero quizá ahora más que nunca desde la serenidad. Si el
terror aterroriza vence. No es sencillo, pero es el momento de la templanza,
del convencimiento de que nunca van a atropellar nuestros valores de respeto y
tolerancia. Esto, al final, es una actitud individual que rebasa la
responsabilidad de las instituciones. La seguridad hace décadas que es un
concepto demasiado relativo, pero es lo que hay.
Hay que huir del catastrofismo. Berlín, París,
Estocolmo, Londres o Niza no han dejado de ser visitadas por millones de
turistas tras los atentados que sufrieron. Por fortuna no vencen ni vencerán.
Palma, una excepción
Mientras en Barcelona se hacía patente la
imagen de unidad política e institucional frente al tarrorismo yihadista, aquí,
en Palma, la Delegación
del Gobierno y el Govern convocaron sus propios minutos de silencio. Con Maria
Salom se agolpó el PP (Company, Rovira, Palmer, Bauzá...) y el resto se fue al
Consolat de Mar con Francina Armengol. La excepción fue Margalida Prohens. Al
final, un gesto feo que no conduce a nada. ¿Descoordinación o mala fe?
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