25 agosto 2017
17-A: ¿qué fue lo que falló?
Ernesto Ekaizer
La pista de
Es Satty, el imán-terrorista en jefe, no es seguida por una descoordinación que
en el caso de este hombre alcanza el nivel europeo
El 7 de julio de 2005, los periodistas que viajábamos
desde las ocho de la mañana en autobús desde Edimburgo a Glenneagles, donde se
celebraba la reunión anual del G-8, escuchamos, antes de las nueve, las
noticias de las tres primeras detonaciones en el metro de Londres, seguida una
hora más tarde por la explosión de otra bomba en un autobús de doble planta, operación llevada a cabo por cuatro
terroristas suicidas que se cobró la vida de 52 personas y sembró la capital
británica de centenares de heridos.
Al Qaeda, que reivindicó el atentado, quería usar la
cumbre de los siete países más industrializados del mundo más Rusia como caja
de resonancia y quizá la suspensión de la misma, objetivo que, de existir, no
consiguió.
En la rueda de prensa del 8 de julio que ofreció el
anfitrión, el primer ministro británico, Tony Blair, levanté la mano. Al llegar
mi turno, después de decir mi nombre y el medio, EL PAÍS, formulé la siguiente
pregunta:
— Primer ministro, ¿puedo
preguntarle sobre el ataque terrorista de ayer? ¿Podría usted evaluar para
nosotros lo que que falló y permitió que los terroristas ejecutaran con éxito
los ataques de ayer, ¿cuál es su punto de vista personal?
—
Mi opinión es que esas personas que matan a inocentes y
causan tal derramamiento de sangre son los responsables y que son los únicos
responsables.
El entonces primer ministro eludió con esta
respuesta la cuestión. Cuando días después del atentado se supo que Mohammad
Sidique Khan y Shehzad Tanweer, dos de los cuatro terroristas suicidas, habían logrado atacar pese a estar bajo
vigilancia de los servicios de seguridad durante dieciocho meses, la
presión política subió.
Dos años después, en 2007, el líder de la oposición
conservadora, David Cameron, exigió una comisión de investigación independiente
para conocer la verdad. Blair consideró que era desviar energía, recursos y
atención de la lucha de los servicios de seguridad y la policía contra el
terrorismo habida cuenta de que una comisión parlamentaria de inteligencia y
seguridad ya había estudiado los atentados.
Al formular aquel 8 de julio la pregunta a Blair,
medios de comunicación que habían alimentado en España la teoría de la conspiración del 11-M con la alquimia de
ETA-terrorismo fundamentalista islámico, no dejaron de señalar su sorpresa por
el interés en conocer, en la rueda de prensa final del G-8, al día siguiente de
los atentados de Londres, qué había fallado.
La pregunta, formulada en inglés, utilizó la
expresión what went wrong que equivale en español a qué fue lo
que falló, qué ha fallado, qué se hizo incorrectamente, qué fue mal.
Y esta misma pregunta es pertinente, a casi una
semana de los atentados del 17 de agosto en Barcelona y la madrugada del 18 en
Cambrils, en el caso de España.
Máxime cuando es el siguiente atentado
fundamentalista islamista coordinado trece años después al del 11 de marzo de
2004, la operación terrorista que costó la vida de 192 personas, la mayor desde
el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
Falta de
coordinación
"No
aprendemos. Volvemos a repetir los mismos errores", dice una fuente de la Guardia Civil
consultada ayer, para quien "uno de los más graves fallos del 11-M, por no
decir el más importante, fue la falta de coordinación entre la Policía , la Guardia Civil y los
servicios de inteligencia".
Añade: "Tenemos todo por duplicado. La Guardia Civil tiene
su servicio de información, la
Policía se maneja con su propio servicio de información, y
los Mossos d'Esquadra poseen sus servicios. Ahora, incluso, desde que tenemos
el Citco, el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen
Organizado, desde octubre de 2014, y seguimos con la misma práctica.
Socializar, compartir, eso no es lo nuestro. Subsisten los recelos. Lo hemos
vivido en el 11-M; lo volvemos a vivir ahora en Cataluña".
A las 23.17 del miércoles 16, los bomberos del
Departamento de Interior de la
Generalitat reciben el aviso de una explosión en Alcanar,
Tarragona. Acuden, revisan la vivienda destruida y concluyen: se trata de una
explosión por acumulación de gas.
En la mañana del 17, el departamento de Tedax de la Comandancia de la Guardia Civil en
Tarragona hace una llamada por teléfono a los Mossos para ofrecer su
colaboración con el envío de sus expertos. No se estima útil. A las 10.00 del
jueves 17 solo están en Alcanar los Tedax de los Mossos. Una segunda llamada de
los Tedax de la Guardia
Civil , horas después, ofreciendo apoyo vuelve a ser
desestimada.
Lo que ha pasado en Alcanar desde las 23,17 horas
del miércoles 16 hasta las 17,15 horas del jueves 17 es el centro nervioso de
toda la operación: la explosión accidental (que, sabremos más tarde, acaba con la vida del imán Abdelbaky Es
Satty) precipita los acontecimientos. Esas 17 horas son vitales. Del
diagnóstico preciso pueden derivarse las acciones. Y no se acierta.
Y antes de Alcanar y la masacre en Las Ramblas y en
Cambrils, ¿qué fue lo que falló?
Han
fallado, al menos, dos cosas. La primera: la Consejería de Interior
y los Mossos, como policía integral, tienen que actuar en asuntos como el robo
de bombonas, utilización de edificios abandonados, prevenir atropellos masivos
(tras Niza y Berlín, ya era una amenaza real); la segunda, es la coordinación
antiterrorista: brilla por su ausencia.
El caso del imán Es Satty destaca por ser, según se
ha comprobado a posteriori, el jefe de la banda terrorista.
Ha sido condenado por tráfico de drogas, ha cumplido
condena en 2014 y logra evitar una orden de expulsión en Castellón con un
recurso contencioso-administrativo.
Pero es que mucho antes, en 2006, su nombre aparece,
sin ser imputado, en la llamada Operación Chacal, en la que un grupo
presuntamente terrorista, afincado en Vilanova i la Geltrú enviaba,
presuntamente, yihadistas a Irak.
Las bases de datos de la Policía española registran
este antecedente, pero no así las de la Guardia Civil y la
de los Mossos. Esas bases, como se ha apuntado, no se comparten con los otros
cuerpos.
Pero, además, al fallo de comunicación entre los
diferentes servicios en España se añade el hecho de que Europol no llama la
atención sobre la situación del imán Abdelkaby Es Satty, que había intentado
establecerse en Vilvoorde, la ciudad flamenca a 10 kilómetros de
Bruselas foco de yihadistas, y había concitado sospechas allí.
Si hubo comunicación entre Viloorde y los servicios
de seguridad de Barcelona, estos, que no tenían datos de Es Satty, no pudieron
aportar a los belgas información relevante.
Es Satty muere víctima de sus preparativos, en
Alcanar, con el explosivo que debía usarse en el ambicioso por diabólico plan A
de los atentados concebido y preparado por Es Satty.
Nadie es perfecto. Y hay que ser cauteloso al
analizar los fallos. Pero lo que no se puede es mirar hacia otro lado.
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