Urgencias del
periodismo tras el terrorismo en Las Ramblas
Pascual Serrano
Nadie discute que la demanda de
información urgente tras actos que convulsionan nuestra vida cotidiana es
lógica, del mismo modo que satisfacer esa demanda es un valor periodístico. Sin
embargo, es necesario pararse a pensar qué nivel de rigor y veracidad podemos
dejarnos por el camino en esa carrera. Tras el atentado en Las Ramblas de
Barcelona el pasado 17 de agosto, pudimos observar cómo prácticamente la
unanimidad de los medios “informaba” de terroristas sueltos que portaban armas
largas, de comandos atrincherados con rehenes en un restaurante turco e incluso
el desconcierto en torno a si el protagonista de una fotografía distribuida por
todos los medios del mundo era un terrorista o un ciudadano al que le habían
sustraído la documentación.
Quiero aclarar que no estoy
hablando de las redes sociales, donde la información que circulaba era caótica,
ahí no se trata de periodismo y poco se puede hacer, más allá de insistir a la
población en que no se crea ni difunda cualquier cosa que le llegue.
Una vez más, internet condiciona el
periodismo. Antes, al menos en el periodismo escrito, se escribía con vocación
de permanencia y eso nos obligaba a ser más rigurosos. Hoy la información se
hace y rehace constantemente en la web, lo importante es “colgar” lo último
cuanto antes y después ya veremos cuánto de eso se confirma. “Gracias a las
nuevas tecnologías, me informo al segundo y lo olvido al instante”,
decía El Roto en una de sus viñetas. Los nuevos medios deben lanzar
informaciones de forma rápida e imparable, porque si paran durante unos segundos,
la audiencia puede pensar que se está perdiendo algo y cambiar de emisora o de
web.
En el caso de internet, casi todas
las empresas que tienen su negocio en la red buscan que los internautas no
cesen de moverse dentro de sus webs: vean más
anuncios, consigan mejores cifras de acceso, etc. Además, en la medida en que
los medios actualizan con más frecuencia, aparecerán sus titulares como los más
recientes en redes sociales y otras webs donde enlazan a sus actualizaciones.
Si se observa, todo en la red son llamadas al ritmo trepidante dirigidas al
espectador (“está pasando”, “sigue en directo”).
El modelo de aceleración informativa vigente conlleva la
obsesión y prioridad por la inmediatez, todos los demás valores de la
información, como el rigor, el contraste o la profundidad, se subordinan a
ella. La feroz competencia entre los medios obliga a la esclavitud de la
urgencia informativa, hoy ninguno se plantea aquel principio de que cualquier
noticia requiere ser contrastada con dos fuentes independientes, el periodista
que lo aplicase sería despedido inmediatamente por baja productividad. Una
información errónea difundida por una agencia de noticias se convierte
inmediatamente en titular de decenas de medios porque ninguno de ellos la
verifica. Del mismo modo, el tiempo de investigación de las noticias termina
siendo inversamente proporcional a esta creciente necesidad de difundir con
urgencia los acontecimientos.
En algunas ocasiones, la excesiva prudencia de algunos
poderes públicos no ayuda en la medida en que el vacío de información oficial
termina llenándose por otra vía, unas veces veraz y otras no. En el atentado de
Las Ramblas, mientras la Generalitat catalana por boca de su conseller de
Interior, informaba de que había una víctima mortal, el resto de la prensa
titulaba que eran trece los fallecidos citando fuentes policiales.
Además, en los últimos años la carrera por la inmediatez ha
agudizado el desconocimiento hasta niveles mucho más inquietantes. La urgencia
por querer contar lo sucedido no solamente provoca ausencia de rigor sino que
conlleva un culto a la brevedad que impide profundizar y la despreocupación por
el seguimiento del asunto. ¿Alguna de las personas que ha dedicado horas y
horas a informarse compulsivamente sobre los atentados leerá algún texto de más
de tres páginas sobre el contexto geopolítico o religioso relacionado con lo
sucedido?
Lo más grave es que el nuevo modelo de pensamiento breve e
inmediato es incompatible con el conocimiento adecuado del contexto en el que
se desarrollan los acontecimientos y de los antecedentes imprescindibles para
comprender lo sucedido. Horas y horas de exhaustiva información sobre los
atentados de Cataluña no han supuesto un mayor conocimiento que ayude a
interpretar lo sucedido, un análisis de su relación con la coyuntura
internacional o del desvarío islamista que ha llevado a estos atentados… Esa
falta de contexto es lo que ya denunciaba hace mucho el escritor Gilbert Keith
Chesterton: “El periodismo consiste esencialmente en decir ‘lord Jones ha muerto’
a gente que no sabía que estaba vivo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario