sábado, 8 de julio de 2017

08 julio 2017 (3) TotaLaSagrera (artículo)

08 julio 2017 



“De la Vall d’Hebron a La Sagrera, 30 anys junts”

“Equipo, salimos al campo del Mañanet (sí, todavía era con ñ), a ver como jugamos...”. Cuando Francisco Morón decía esa frase, se iniciaba un viaje que nos parecía eterno. Éramos críos que aún no habíamos llegado a la preadolescencia y desplazarnos desde la calle Sinaí en el Vall d'Hebrón hasta la calle San Sebastián (así se llamaba entonces) parecía una odisea.
Los años pasaron y las actividades deportivas y escolares, siempre por ese orden, fueron sustituidas por las obligaciones familiares y laborales. Lo cierto es que la zona de La Sagrera era desconocida para mi y lo mas cercano para mí era el ambulatorio de Concepción Arenal, pero al desplazarme por Paseo Valldaura ya no pasaba de Fabra i Puig. Por ello, cuando desde El Corte Inglés contactaron para ofrecerme la posibilidad de trabajar en el nuevo proyecto de Hipercor, me sorprendió una de las razones que me presentaron: “además, te queda cerca de tu casa”. Con 23 años La Sagrera ya no estaba tan lejos pero cerca cerca, tampoco.
Tenía una pequeña carnicería en el mercado de la Llibertat y me había acostumbrado a un horario con el que debía madrugar pero que me permitía estar en casa a las 3 de la tarde. Junto a mi mujer, Esperanza, decidí aceptar la propuesta porque me permitía continuar con el horario y así estar todas las tardes en casa con ella y nuestros dos hijos.
Aquel jueves 18 de junio estaba a punto de acabar el turno y sobre las 14:30 llegó Josep Maria, uno de los compañeros de la tarde. Echamos unas risas y me pidió si podía cambiarle el turno al día siguiente. Por coincidencia de horarios laborales Esperanza y los niños no habían venido nunca a Hipercor así que accedí al cambio y así podrían venir y les enseñaría Hipercor. Joel, el mayor, estaba loco por conocer “donde trabaja el papa”.
Aquella mañana de viernes fue diferente. Dejé a Joel en la guardería y a Nacor con los abuelos y al tener la mañana libre fui a jugar al tenis con mi amigo Dani. Desayunamos en Vall Park y al terminar, mientras lloviznaba, ducha y a trabajar.
Llegué a Hipercor con tiempo suficiente para cambiarme y decidí entrar por el parking, para ahorrarme la vuelta casi entera al almacén. Tuve que apartarme para dejar pasar un Ford Sierra que iba casi pegado al suelo. “Vaya cochazo” pensé...
A las 3 empecé a trabajar en mi nuevo turno para ese día concreto y vi menos clientes de los que pensaba encontrar. Consulté a Pedro y a Arturo y me dijeron que ese día terminaban muchos colegios y estarían haciendo las fiestas de fin de curso pero que habría que prepararse porque sobre las 6 vendría la avalancha... Llamé a Esperanza y  me dijo que Nacor estaba con unas décimas de fiebre. “Mi madre se queda con los críos y bajo yo en un rato”. 
Estaba cortando diez libritos de lomo cuan do todo cambió. Un estallido seco y de repente un intenso calor... se derretía la piel de la cara y los roces de las manos al intentar salir de aquel rincón en la carnicería cortaban como cuchillas. Gritos y olores se mezclaban con el agua que caía del techo y que llegaba hirviendo al suelo. Alguien me metió en un taxi junto a otra persona y salimos directos al hospital. Jamás habría imaginado que volvería de La Sagrera hasta el Vall d'Hebrón de esa manera.
Fueron días duros y llegó un momento en el que las primeras curas en urgencias ya no dolían. Las quemaduras habían llegado a las terminaciones nerviosas y no sentía dolor. Una curiosa sensación: has visto aquella luz que se supone es el final de la vida, recuerdos de tu vida han pasado por delante en milésimas de segundo, estás en riesgo de morir pero no sientes dolor.
Quirófano, operaciones, injertos, grapas, cremas, recuperación. En diciembre de 1987  revisión forense en la Audiencia Provincial e intento de reingreso en la carnicería de Hipercor, pero en enero los injertos no soportaron el frío y la humedad. Tras mas tiempo de rehabilitación ya podía cerrar las manos y coger un poco de peso volviendo al trabajo y, lo mas importante, contactando con algunos de los heridos que volvían al centro comercial e incluso algún familiar de víctima mortal. Transcurrió el tiempo y tras diferentes bajas y largas sesiones de rehabilitación llegó octubre de 1989 y el juicio contra dos de los autores, Domingo Troitiño y Mercedes Ernaga. Semanas después y con la sentencia en la mano inicié, junto a Alvaro Cabrerizo, la búsqueda de otras víctimas. A Alvaro le habían asesinado a su esposa y a sus hijas y ya vivía en La Sagrera, por lo que nos pateamos calles y comercios preguntando por aquellos nombres que aparecían en la sentencia.
Poco después nuestro esfuerzo se vio recompensado con la llamada desde Madrid de la Asociación Víctimas del Terrorismo y cuando me “nombraron” delegado en Catalunya compaginaba las horas libres que tenía al salir de Hipercor para colaborar en el asesoramiento y la atención dirigida a muchas víctimas, residentes en La Sagrera o en otros barrios. Así descubrí que en Barcelona (y por extensión en Catalunya) habían sucedido multitud de atentados olvidados en la memoria colectiva.
Una de las zonas que descubrí fue la calle Cuba y la torre de Can Guardiola, dependiente del Departament de Benestar Social de la Generalitat. Allí tuve la oportunidad de acceder a un pequeño despacho para organizar la delegación y atender a todas las víctimas que iban apareciendo y no solo del atentado de Hipercor. Se dio la circunstancia de que en La Sagrera también vivían víctimas del Grapo o de atentados de la extrema derecha como el cometido contra la revista El Papus. Incluso existían acciones del FAC o de grupos anarquistas en la década de los 70 que fueron catalogados como atentados. No creo equivocarme si digo que La Sagrera es el barrio con mas víctimas de la banda terrorista ETA de todo el país.
Entre el trabajo en Hipercor y la oficinita en la calle Cuba ¿quién me habría dicho pocos años antes que pasaría doce o catorce horas diarias en La Sagrera?
Todos los años de trabajo desempeñado en el despachito daban sus frutos y pude organizar un equipo de abogados y de psicólogas que realizaron una enorme labor. No hay espacio para explicar ni un pequeño porcentaje del todo lo que se consiguió en esos años pero quiero recordar que en 2003 la delegación catalana de la AVT se transformó en la Associació Catalana de Víctimes d'Organitzacions Terroristes, en la que estuve hasta el año 2009.
Los años han pasado, y por motivos de espacio y horarios aquella pequeña oficina se trasladó en 2002 al barrio de la Taxonera y tiempo mas tarde, gracias a la ayuda ofrecida por los Consellers Vallés, Saura i Tura a Ronda Universitat, pero mi relación con el barrio no ha disminuido. Tras siete años de reuniones y negociaciones con el Ajuntament, en junio de 2003 se inauguró un monumento a las víctimas del terrorismo en la zona límite de Nou Barris con Sant Andreu. Y aclaro para evitar malos entendidos: es un monumento a LAS víctimas del terrorismo y no solamente para las víctimas de Hipercor. Entre 2012 y 2013 fue un honor tramitar y conseguir, junto a Jesús, el hermano de Joan, que la Sala de Actos del antiguo cuartel de la Guardia Civil de la calle Navas lleve el nombre de “Joan Fructuoso Gomez”, primera víctima civil de ETA en Catalunya. Fue una dura responsabilidad organizar los actos en los que, el día posterior a un atentado mortal en el que un ciudadano español resultaba asesinado, muchas víctimas y muchos vecinos nos reuníamos en la plaza que se encuentra entre las dos naves de Hipercor. En 2003 y con el monumento inaugurado, trasladamos hasta allí el merecido homenaje. En 2007 muchos de vosotros, vecinos de La Sagrera, dignificasteis con vuestra presencia el acto en el que se conmemoraron los 20 años del atentado. Y ha sido un honor reencontrarme con tantos vecinos de La Sagrera y de otros barrios en el homenaje realizado el sábado 17 de junio, homenaje en el que por primera vez el protagonismo fue para las víctimas que ofrecieron su participación activa. Pese a las llamadas a suspender el acto que alguien lanzó sin consultar al resto de víctimas, la realidad es que los familiares de 20 de los 21 asesinados estuvieron presentes junto a una treintena de los heridos, llegando desde Madrid, Huesca o poblaciones lejanas a La Sagrera. Minutos después, en la acera de Meridiana entre las dos naves, se presentó la placa que informa sobre lo que ocurrió en Hipercor. Y para terminar, haber asistido al excelente concierto que la Symphicat ofreció el domingo 18 sirvió para varios propósitos... el reencuentro que tuve con antiguos clientes y clientas de Hipercor, el disfrute de una excelente sesión musical, el homenaje a las víctimas del atentado y, por encima de todo, el disfrute de la conversación con los componentes de la orquesta... excepto el director, ninguno de ellos habían nacido antes de lo sucedido aquel desastroso viernes 19 de junio de 1987. Explicarles lo ocurrido y ver y escuchar sus reacciones ha sido una de las mejores experiencias de mis “casi” treinta años dedicado a “trabajar” por tantas víctimas del terrorismo, dentro y fuera de España.
Hay que explicar las vivencias con pruebas documentales y sin inventos ni mentiras, para evitar que la historia y el dolor se repitan. Porque desde octubre de 2011 la banda terrorista ETA está vencida y gran parte de ese éxito reside en los conciudadanos... como vosotros, la excelente gente de La Sagrera.  Por eso no me extraña que aquel niño de tres años que dejé en la guardería un 19 de junio de 1987 esté encantado de vivir, 30 años después, en una de las calles de vuestro barrio.

Gracias por vuestro apoyo y por vuestro cariño.

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