19 julio 2017 (17.07.17)
Alberto Muñagorri,
víctima de ETA:
Aún me queda algo de
metralla en el cuerpo, como una memoria imborrable de aquel día"
“Decían que yo era un
daño colateral”
Tenía diez años cuando la fatalidad quiso que le estallara
al lado un paquete bomba que ETA había dejado junto a la sede de Iberduero, la
actual Iberdrola, en Rentaría (Guipúzcoa). Era el 26 de junio de 1982 y la vida
de Alberto Muñagori quedó marcada para siempre. Hoy, con 45 años, mutilado, con
parte de la metralla aún dentro del cuerpo y despojado de rencor, colabora con
Gogora, el Instituto de la memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos.
La cita es en una cafetería cercana a su casa, a la hora
del desayuno. Tiene día de médicos, una rutina más en la vida de Alberto. Hoy
toca que le tratenun dolor de espalda, -“un esfuerzo que no calculé y me dejó
seco”-, un problema de salus más entre los muchísimos que ha tenido en los últimos
treinta y cinco años. Se cumplieron el pasado 26 de junio. Ese mismo día, a las
12 en punto de la mañana, el niño Alberto sufrió en sus inocentes carnes la
explosión de un paquete bomba que ETA había dejado junto a la sede de la eléctrica
Iberduero (hoy Iberdrola), en su localidad natal de Rentería (Guipúzcoa).
¿Qué recuerda de
aquel momento?
Sentía frío, pero no me desmayé. No recuerdo que le diera
una patada al paquete, como se ha dicho tantas veces. La explosión me amputó la
pierna izquierda, la que estaba más cerca al artefacto, y yo soy diestro.
Explotó a las doce de la mañana, justo cuando yo pasaba por allí, pero lpor lo
que se averiguó después, debería haber explotado a las doce de la noche
anterior.
Sin olvidar que quien
puso la bomba fue ETA, ¿hubo algún tipo de negligencia policial?
El paquete había sido localizado horas antes. Sabían de su
existencia tanto la policía local como la nacional, y quizá también algún
empleado de Iberduero. Sé que alguien llegó a echar agua a la bolsa y moverla
sin que pasara nada. Y dejaron de acordonar el lugar, en una plaza céntrica del
pueblo, la de Aralar. Cuando pasé por allí, estalló. Por todo ello, me dieron
una indemnización del Estado, como responsable civil subsidiario.
¿Qué secuelas le han
quedado?
Perdí la pierna izquierda y la visión del ojo derecho. Sufrí
perforación de los tímpanos y daños en la cara, tórax y abdomen. Al principio
me salían plásticos negros con cables de una herida que tenía en el muslo,
restos de la bomba. Y aún me queda algo de metralla dentro del cuerpo, como una
memoria imborrable de aquel día.
¿Cómo consiguió
rehacer su vida?
Pasé trece días en la UVI y dos meses y pico en el hospital. Fue
fundamental el trabajo de los médicos, mi espíritu de superación y el apoyo
incondicional de mi madre. Volví a clase, con muletas. Recuerdo las primeras prótesis,
nada que ver con esta actual fibra de carbono. Y luego hice vida normal. He
estado trabajando durante 21 años en una empresa, hasta hace cuatro. Ahora ya
no trabajo, cobro la pensión de víctima del terrorismo y practico deporte
habitualmente. Soy miembro del club deportivo Kemen para personas con
discapacidad.
¿Sigue pasando por el
lugar de la explosión?
Está en el centro del pueblo y paso muchos días por ahí.
Ese era mi camino al colegio, y a casa de mi abuela. Tardaron dos años en tapar
el boquete que dejó la bomba.
¿Se ha sentido
apoyado como víctima?
Siempre pienso que la sociedad, y las victimas, vamos por
delante de las instituciones. Hace años tuve incluso problemas para que me
ayudaran con la prótesis. O para que no me descontaran la indemnización que recibí
por la negligencia policial cuando se aprobó la última ley de víctimas del
terrorismo. Llegue a interponer una demanda por vía judicial contra el Estado.
Y me dieron la razón. Actualmente, el apoyo del Gobierno vasco es enorme, pero
no puedo decir lo mismo del Gobierno central.
¿Cómo le trataron
desde el otro lado, desde los que de alguna u otra forma apoyaban a ETA?
Me ha pasado de todo. Desde los que me decían que al menos
me habían dado una buena indemnización y que ya podía vivir tranquilo, o los
que comentaban que era un daño colateral. Y yo les decía que les cambiaba la
mitad de lo que me pasaba por el doble de la indemnización. También sentí el vacío.
Durante años, hubo mucha gente que no me saludaba por el mero hecho de ser víctima.
Recibía más comprensión de la gente de fuera de Rentería. Pero tampoco me he
acobardado. Si había una manifestación para pedir el acercamiento de los
presos, yo no cambiaba la ruta. Todo ha mejorado mucho desde el anuncio del
cese definitivo de las armas.
¿Guarda rencor?
En absoluto. Nunca he sentido odio hacia nadie. Intento
eliminar la palabra ellos de mi vocabulario cuando me refiero a la izquierda
abertzale o su entorno. Creo que todos deberíamos respetar el derecho a la
vida. ¥ aprender a respetarnos. Hace ya tiempo que colaboro, ofreciendo mi
testimonio, con el instituto Gogora de la Memoria , la Convivencia y los Derechos
Humanos. Hay mucho trabajo por hacer. Gestos como el de Julen Mendoza, el
alcalde bildutarra de Rentería, promoviendo el homenaje a las victimas de ETA,
me parecen muy importantes. Como el hecho de que haya sido consensuado por
todas las fuerzas políticas. E1lconsenso es fundamental para avanzar.
¿Le gustaría encontrarse con el que puso aquel
paquete bomba que le cambió la vida?
En el pueblo corría el rumor de quien o quienes pudieron
poner la bomba. Tendría que ser el el que diera el paso de acercarse a mi, y
siempre y cuando mostrara arrepentimiento, respeto y una actitud constructiva.
Por más que hubo negligencias en la custodia del artefacto, tengo muy claro que
la culpable fue ETA y quienes la apoyaban. Ha habido quienes han querido
reescribir la historia. El autor de una tesis doctoral llegó a apuntar a la
responsabilidad de mis padres, por permitirme ir solo por la calle con diez años
y no vigilarme. Todo esto es inadmisible.
¿Cree en la reconciliación?
Tenemos que vivir. Es una pena que se hayan perdido tantos
años y que se haya generado tanto dolor y sufrimiento. Vas ahora a San
Sebastián y ves cómo aumenta día a día el turismo. Esto, hace diez años, era
impensable. Hay que trabajar para que esto sea una realidad en toda Euskadi,
que no vuelva a haber cristales rotos. Pero ojo, que no se resuma todo en películas
como Ocho apellidos vascos.
¿No le gustó la película?
Parece que hemos pasado de no hablar a reírnos y pensar que
todo está solucionado. Y no es así. Queda mucho por hablar, por comprender y
por educar. Aún hay que escribir el relato de la verdad de todo lo acontecido.
Solo de esta forma podremos pasar página y quizá, algún día, hasta bromear. Eso
demostraría que hemos aprendido por fin a respetarnos.
¿Cual es su próximo
proyecto?
Quiero escribir un libro con el testimonio de lo que me
ocurrió y de cómo he vivido estos años, por si le puede servir a otros y
siempre con la vista puesta en el respeto y la reconciliación.
Opinión:
Intentaré ser breve: leer las opiniones de una víctima como
Alberto, a quien la banda terrorista ETA destrozó el futuro cuando tenía diez
años, me hace creer todavía en el ser humano… en la conciencia limpia y el
interés en el bienestar colectivo… en que hay personas en este mundo que
merecen la alfombra roja en cada paso que dan…
Y comparar las palabras de Alberto Muñagorri con las
historias que cuentan algunos que jamás han pisado un quirófano, un hospital y
mucho menos un cementerio me confirma que también existe la miseria moral en
ciertos individuos.
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