10 julio 2017
Las víctimas y la victoria de la democracia
Hace 20 años, la
sociedad española plantó cara unida a la barbarie de la banda terrorista ETA,
que exhibió toda su crueldad con el secuestro y el asesinato de Miguel Ángel
Blanco
Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno
En julio de 1997, hace veinte años, la sociedad española
plantó cara unida a la barbarie de la banda terrorista ETA. Los terroristas
exhibieron toda su crueldad y España entera gritó basta ya. Gentes de todos los
pueblos y ciudades, y de todas las ideologías, se rebelaron al ver el cuerpo
esquelético de un hombre de bien, José Antonio Ortega Lara, que había sido
enterrado en vida durante 532 días para intentar chantajear al Estado de
derecho. El rechazo unánime de la sociedad salió a las calles, y de nuevo las
abarrotó de presencia, de silencio y de repulsa al terror diez días después,
cuando la banda terrorista –en una renovada coacción a la democracia– secuestró
a Miguel Ángel Blanco, un joven concejal, con la amenaza de asesinarlo en sólo
48 horas si el Estado no cedía a sus exigencias.
Un Estado de Derecho nunca puede aceptar chantajes porque,
si lo hiciera, dejaría de ser un Estado de Derecho. Y aquellos inaceptables
chantajes fueron respondidos con la repulsa unánime del conjunto de los
españoles. Sobre esa pacífica y rotunda contestación ciudadana, la democracia
española ha sabido escribir la página de su victoria.
Porque la imagen de un hombre que, al ser liberado,
mostraba en su cuerpo la infinita crueldad de sus captores, seguido del
secuestro y asesinato a cámara lenta de un joven concejal, convirtieron aquel
julio de 1997 en un mes imposible de borrar de la memoria colectiva de nuestra democracia.
Unas circunstancias de enorme dolor en las que los españoles mostramos toda
nuestra grandeza ciudadana.
Hoy, 10 de julio, se cumplen veinte años del secuestro de
Miguel Ángel. Aquello fue la insidiosa venganza de unos terroristas por la
liberación de José Antonio, el 1 de julio, gracias a un trabajo minucioso,
paciente y eficaz de la
Guardia Civil. Tenemos una inmensa deuda de gratitud por la
discreta, valiente y abnegada labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del
Estado durante los inacabables años de lucha contra el terrorismo etarra.
Sufrieron, y fueron víctimas, porque los terroristas les señalaron como
objetivo prioritario, y supieron responder desde la ley y el respeto al Estado
de derecho. Su respuesta, llena de valentía y civismo, es ejemplo para todos.
Con valentía y civismo la sociedad reclamó piedad en
aquellas 48 horas de ultimátum de la barbarie. No tuvieron piedad, y España
inundó las calles pidiendo justicia. A partir de ese momento, las coartadas,
las excusas, las justificaciones del crimen... comenzaron a hacerse más
difíciles de soportar. El mundo entero pudo constatar la extrema vileza a la
que podía llegar ETA. Hubo muchos asesinados antes y después; ha habido
innumerables víctimas, y quedan muchos crímenes por esclarecer. El significado
de todo ese dolor es siempre el mismo: el crimen es intolerable; y es
absolutamente inaceptable intentar amedrentar a la sociedad como forma de hacer
política.
Con Miguel Ángel se suscitó una reacción ciudadana sin
precedentes. En la memoria de todos están aquellos dos días de vigilia y
movilizaciones a la espera de una brizna de humanidad por parte de los etarras.
Fueron días de pacífico rechazo unánime al terror por encima de cualquier
etiqueta política. Su recuerdo, y el recuerdo de todas las víctimas de ETA, nos
compromete a todos. En primer lugar, nos compromete en la tarea de impedir que
se adultere el sentido de su sacrificio, disolviéndolo en una mendaz
distribución de culpas. Los españoles nunca dejaremos que se equiparen víctimas
y asesinos.
Debemos contar las cosas tal y como sucedieron; debemos
rendir tributo a todas las víctimas; debemos agradecer la tarea de jueces,
policías, guardias civiles, de los periodistas que supieron no callar y de los
políticos de distintas ideologías que han colaborado en la victoria de la
democracia. Hacerlo es de justicia. Y, además, al hacerlo estaremos
preparándonos para dar la batalla al terrorismo de todo tipo y condición con el
mejor respaldo moral: el de la justa reivindicación de la memoria de las
víctimas.
Rememorar aquello que llamamos el ‘Espíritu de Ermua’ debe
ayudarnos también a mantener la batalla por la verdad, porque aún hay algunos
que pretenden hablar de supuestos conflictos para intentar reescribir la
historia. Ninguna ficción puede suplantar la realidad de la derrota de los
asesinos y la victoria de la democracia.
Porque rememorar la verdad es la mejor garantía de la paz
con justicia. Aquel mes de julio de 1997, ETA empezó a escribir su derrota. Lo
hizo con la exhibición de toda la vileza de un asesinato a cámara lenta. Miguel
Ángel falleció, tras horas de agonía, un domingo 13 de julio en el hospital
Nuestra Señora de Aranzazu de San Sebastián. Le asesinaron, pero sigue vivo en
nuestra memoria, como todas las víctimas. La respuesta unánime de los españoles
marcó el principio del fin de ETA; el inicio de la derrota del totalitarismo
asesino y de la victoria de nuestra democracia.
Opinión:
Quizás el señor presidente del Gobierno no lo sepa o quizás
ninguno de sus asesores se lo haya explicado. O simplemente puede ser una
cuestión de ignorancia común porque no quiero pensar que sea el uso del dolor
ajeno con extraños objetivos.
Es cierto que hoy se cumplen 20 años del secuestro de
Miguel Ángel Blanco. Lo recuerdo como si fuera ahora: escuché la noticia junto
a Juan Antonio Corredor y Paulino Baena en el Paseo de Gracia de Barcelona de
camino a una reunión para seguir defendiendo los derechos del colectivo de
víctimas del terrorismo. También es cierto que dos días después los asesinos
etarras destrozaron las esperanzas de todos aquellos que exigíamos a la banda
terrorista ETA que liberara a Miguel Ángel. Pero no podemos olvidar que en
aquellas 48 horas los medios de comunicación escritos y visuales concienciaron
a la población mostrando en sus portadas e imágenes el “lazo azul” que se
presentó tras el secuestro de Julio Iglesias Zamora. Viví aquellos momentos tan
difíciles en primera persona junto a los componentes de la antigua AVT y los
tengo grabados a fuego en la memoria, al igual que el viaje posterior junto a
Sara Bosch a Ermua para colaborar en todo cuanto fue necesario.
Explico todo esto porque no me sorprende leer que se van a
llevar a cabo mas de 70 actos de homenaje en España en memoria de Miguel Ángel
Blanco porque lo extraño es que solo se hayan hecho tres por las víctimas de
“Hipercor”. Y los tres en Barcelona. ¿Cuántos actos se han hecho, coincidiendo al menos con los años
mediáticamente informativos, por las víctimas de Hipercor, del Cuartel de
Zaragoza o del Cuartel de Vic en España? Conste que pongo estos tres ejemplos
por ser atentados en los que fueron asesinados niños, aunque mi homenaje y mi
recuerdo van para cada una de las víctimas de cada uno de los atentados
perpetrados por las diferentes bandas terroristas que han actuado en nuestro
país.
Todo este escrito del señor presidente del Gobierno me
recuerda una cuestión que quiero hacer pública… no hablaré ni del abandono que
la oficina del Ministerio practica con muchas víctimas del terrorismo, tampoco
hablaré de los agujeros negros que contiene la legislación que algunos tildan
alrededor del mundo como ejemplar, tampoco de la respuesta que la
Casa Real aporta a una víctima concreta…
todo eso ya se ha explicado en este blog.
Pero a raíz del escrito del señor presidente del gobierno
sí quiero hablar de un asunto absolutamente comprobable y tristemente real: el
pasado 8 de julio se cumplieron 30 años de la muerte de Rosa Baldellou Mestre,
víctima gravemente herida en Hipercor. No hubieron entonces ni manifestaciones
en toda España ni llamadas de consuelo. No hubo nada.
Ab-so-lu-ta-men-te na-da…
Y tengo la absoluta seguridad de que el señor presidente
del gobierno no conoce a uno solo de los componentes de esta anónima familia,
digna y paciente como la infinita mayoría de víctimas del terrorismo. Y le
recuerdo al señor presidente del gobierno que la tortura de Rosa Baldellou
Mestre, la de su esposo y la de sus tres hijas y su hijo duró diecinueve días.
Y el desinterés dura treinta años.
NOTA:
Por si a alguien se le ha olvidado, el 12 de julio también
se cumple otro aniversario (38 en este caso). Me refiero a lo ocurrido en el
Hotel “Corona de Aragón” de Zaragoza con el resultado de 78 víctimas mortales y
mas de cien heridos, todos ellos reconocidos como víctimas del terrorismo.
¿Algún acto? ¿Quizás setenta?
Bueno, al menos puedo informar de uno organizado por varias víctimas... en Zaragoza, el día 12 a las 11 de la mañana se realizará un acto en la Cafetería Picadilly del actual Hotel Melià (antiguo "Corona de Aragón") y a las 12:00 habrá un acto religioso en la Basílica del Pilar.
Bueno, al menos puedo informar de uno organizado por varias víctimas... en Zaragoza, el día 12 a las 11 de la mañana se realizará un acto en la Cafetería Picadilly del actual Hotel Melià (antiguo "Corona de Aragón") y a las 12:00 habrá un acto religioso en la Basílica del Pilar.
Cuantas verdades ocultas ¡¡¡¡. Gracias por refrescar la memoria. Aunque al PP le da igual
ResponderEliminarGracias por recordar a más víctimas y el terrible atentado de Hipercor donde murieron menores, yo recordaba el otro día que en Madrid, ya en febrero de 1996, con motivo del asesinato del jurista y profesor Tomás y Valiente, salimos masivamente en manifestación el co las manos en alto. Si el secuestro y asesinato de MA Blanco que fue terrible, tuvo tanta repercusión tabien fue porqe los medios -tv y radio- tetransmitieron en directo durante dos días. Qé pena que una ocasión de acercamiemto se utilice para dividir todavía más. Tenemos mucho que aprender de la sra Manuela Carmena sobre diálogo y respeto.
ResponderEliminarExcelente y comparto...
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