06 agosto 2017
La memoria del respeto
Recordar a Joxe Mari Korta es
homenajear a los empresarios extorsionados por ETA y a quienes lucharon por una
convivencia digna
Este martes se cumplirán 17 años del
asesinato a manos de ETA de quien era entonces el presidente de la patronal
guipuzcoana, Joxe Mari Korta. El recuerdo de cada víctima de la organización
hoy desarmada tras medio siglo de violencia inclemente permite reconstruir el
legado de lo que esa víctima fue y lo que significa en la memoria de todos los
que padecieron el zarpazo de la intolerancia más extrema. Korta encarnó, como
tantos otros señalados como ‘enemigos’ por el sectarismo etarra, a un hombre
del país, devoto de los suyos y entregado a tratar de construir algo positivo
para sí mismo y para los demás. Pero también fue el empresario corajudo que se
negó a ceder a la extorsión y que defendió que no había que pagar el mal
llamado ‘impuesto revolucionario’ aun a riesgo cierto para su vida, como acabó
constatándose dramáticamente; lo hacía, explican sus allegados, porque «él no
podía decir otra cosa». Recordar hoy la figura de Korta es homenajear a todos
aquellos que sufrieron en silencio, como si les aquejara un mal vergonzante y
clandestino del que no podían hacer partícipes a nadie o a casi nadie, la
amenaza terrorista seguramente más sibilina y lacerante: porque el que no
pagaba, sabía que acababa de situarse en el centro de la diana criminal; y el
que lo hacía no contaba con la certeza de que ello le garantizara poder seguir
adelante, con el peso añadido de tener la dolorosa conciencia de que ETA
alimentaba con ese dinero su mortífera maquinaria. La Fundación Joxe Mari
Kortaren bidetik, que ha trabajado todos estos años por mantener vivos y
transmitir los valores del empresario guipuzcoano, ha anunciado su decisión de
suspender las concentraciones anuales de homenaje en atención al nuevo contexto
sin violencia en el que ya viven los vascos. Las distintas organizaciones que
han reivindicado todo este tiempo la memoria de las víctimas y la dignidad de
la paz y de la libertad han contribuido decisivamente a la lección colectiva
que supone aprender a convivir respetando al que piensa diferente. Su valiosa
aportación, tantas veces callada, discreta y respetuosa, contrasta con la que
aquellos que aún hoy alzan la voz e intentan copar el espacio público para
camuflar o exonerar la peor de las sinrazones.
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