01 mayo 2018
Los
resistentes en la Euskadi
de plomo y miedo
Muchos concejales de
pequeños ayuntamientos y activistas de Gesto por la Paz o Basta ya soportaron la
violencia sin contagiarse
En marzo de 1997, Jose Antonio Ortega Lara y Cosme Delclaux seguían secuestrados
por ETA. La kale borroka acompañaba
en su escalada de terror cada fin de semana con decenas de ataques pintadas y
amenazas. El 24 de ese mes dos botellas
incendiarias intentaron colarse en el domicilio del concejal del PP de
Santurtzi, Félix Velasco. Su mujer estaba en casa. “Nuestras ideas no se
pueden quemar”, proclamó aquel día.
“Yo aguanté porque creía en la libertad de todos los vascos
frente a aquellos que después de 40 años de franquismo nos querían volver a
quitar la libertad”, explica Paco garcia Raya, el socialista que durante 28
años representó a los vecinos de Mondragón en varias instituciones. Once años
después del ataque que sufrió Velasco, también en marzo pero de 2008, García
vio prácticamente morir a su amigo y exconcejal socialista en esa localidad,
Isaías Carrasco. Se lo encontró en la calle, en un charco de sangre después de
que ETA le descerrajara tres tiros cuando arrancaba el coche para ir a
trabajar.
Velasco, García y muchos otros concejales con nombre y
apellido, pero anónimos en su sufrimiento, han logrado sobrevivir en Euskadi
junto a los atrevidos pacifistas que se concentraban en silencio contra ETA,
pese a la dolorosa y generosa apuesta personal que hicieron cuando la violencia
lo inundaba todo en las calles vascas: la resistencia, activa o pasiva.
A lo largo del tiempo de su militancia
política y social sufrieron todo tipo de vejaciones, amenazas, desprecios,
pintadas e insultos en medio de una soledad que muchas veces solo rompía el
grito de silencio de asociaciones como Gesto por la Paz , la presencia en limitadas
solapas del incómodo y peligroso lazo azul que representaba el desacuerdo con
los métodos de ETA y HB, y ya, con posterioridad, en 1999, de otras
asociaciones como Basta Ya, que pasaron a engrosar la lista de amenazados por su
lucha contra el nacionalismo y en
defensa de la
Constitución Española. Miembros
de ambas asociacions sufrieron ataques y atentados durante sus años
de resistencia
Gesto llegó a celebrar 8.150 concentraciones durante el
tiempo en que estuvieron secuestrados José Antonio Ortega Lara y Cosme
Delclaux. García Raya se queda con que después de todo, de tanto dolor y
sufrimiento, de tantos amigos asesinados "ni ETA ni sus cómplices han
logrado sus objetivos. Después de tanta amenaza y presión, la libertad ha
ganado, la violencia ha sido derrotada".
En Mallabia, Bizkaia, un pueblo de 1.100 habitantes, las
concentraciones de Gesto por la
Paz comenzaron a ser muy molestas. Era un pueblo más en una
Euskadi en la que todo pasaba por la izquierda abertzale.
Cualquier reivindicación tenía que pasar por las organizaciones que orbitaban
en torno a la izquierda abertzale. Paradójicamente también las de sus derechos
humanos: solo se reclamaban las de presos y terroristas. Los asesinatos de ETA,
sus víctimas, eran invisibles.
Gesto por la
Paz , que nació en la más absoluta soledad en 1985 tras el
asesinato de cuatro personas en 24 horas a manos de ETA, se convirtió en una
presencia incómoda primero, y en un peligro para el poder que ETA y su entorno
ejercían en las calles de Euskadi, después. "Salir a la calle a
concentrarse fue rompedor", explica Maite Leanizbarrutia. No era mayor de
edad y ya se concentraba, primero en el vecino pueblo de Ermua, y después en
Mallabia. "Hubo días, demasiados, en los que podíamos sentir en aliento de
los contramanifestantes gritándonos a escasos centímetros, “ETA mátalos”, "Asquerosos",
"Asesinos", nos decían. Pero seguimos adelante".
Gesto por la
Paz se disolvió en junio de 2013, casi dos años después
de que ETA anunciara el final de la violencia, arropada por todas las fuerzas
políticas, sociales y sindicales, salvo por la izquierda abertzale. Ellos no
compartieron que es decente protestar contra la indecencia de los asesinatos de
ETA, y contra la violencia y el odio que extendieron HB alentó y socializó en las calles de Euskadi. Les tocaba
muy de cerca.
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