01 mayo 2018
Memoria, dignidad y ley
Juan Ignacio Zoido es ministro del Interior.
Es una reflexión de Joxe Mari,
el terrorista personaje de Patria, ese gran fresco de la sociedad
vasca de las últimas décadas que traza Fernando Aramburu con pluma cruda y certera: "Pedir perdón
exige más valentía que disparar un arma o accionar una bomba". En
numerosas ocasiones, este Gobierno ha exigido a ETA que desaparezca de manera
definitiva, se arrepienta, pida
perdón a las víctimas por tanto daño causado, pague las deudas
contraídas con ellas y colabore en el esclarecimiento de los asesinatos. Y lo
hemos pedido siempre como necesario acto sincero de justicia, no como gesto
interesado, porque no cabe contraprestación alguna porque nada le debemos. Ni
consiguió nada cuando dejó de matar, tras ser derrotada policial y socialmente, ni tampoco conseguirá
nada que no contemple la ley cuando desaparezca. Ante el
terrorismo, sólo cabe aplicar la ley y el Estado de derecho, antes, después y
siempre.
La derrota de ETA,
incontestable porque así lo reconoce la propia organización terrorista, fue el
resultado de un logro común de la sociedad, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
del Estado, jueces y fiscales y la colaboración internacional, pero en él
desempeñaron un papel insustituible las víctimas del terrorismo y los
colectivos que las representan. Y hemos mantenido, mantenemos y mantendremos
con las víctimas, héroes y mártires de la democracia, un compromiso firme y
permanente bajo los sólidos principios de garantizar, preservar y honrar su
memoria, dignidad, verdad y justicia.
Ha tardado demasiado, pero ETA ha asumido al fin que ha sido
derrotada, que no ha conseguido sus objetivos ni los va a
conseguir nunca y ha decidido renunciar a unas simples siglas vacías y en
descomposición. Pero no es lo poco que queda de ella quien fijará su
desaparición completa, real y efectiva. Del mismo modo que las Fuerzas de
Seguridad fueron determinantes en su derrota, ahora también serán quienes
verificarán y certificarán si es cierta. Y, desde luego, seguirán persiguiendo
a los terroristas y trabajando para esclarecer los asesinatos que quedan por
resolver. Porque nunca se ha dejado de hacer y se ha seguido investigando para
ponerlos a disposición de la
Justicia y realizando detenciones, llevando de este modo a
los restos de ETA hasta la inoperancia más absoluta.
Porque podrán desaparecer las siglas, pero eso en ningún caso borra el inmenso
dolor provocado a las víctimas ni, por supuesto, elimina la responsabilidad
penal por los asesinatos. Vamos a cumplir la ley y a hacerla
cumplir. Como siempre y para siempre. No habrá impunidad porque no puede ni debe haberla. Y
porque así se lo debemos a los más de 800 asesinados
y 7.000 víctimas y
a todos los que sufrieron su chantaje y coacción. Y porque así lo merecen la
entereza y el respeto a los principios democráticos y la confianza en las
instituciones de sus familiares y seres queridos. Y, también, porque así nos lo
debemos a nosotros mismos como sociedad democrática y como Estado de derecho.
El Gobierno no ha
cambiado ni va a cambiar su posición en este asunto. Una posición de firmeza
democrática que es una de las razones por las que los rescoldos del terrorismo
no han tenido otra opción que anunciar su disolución. Primero quisieron
doblegarnos con los asesinatos y la extensión del miedo y no lo consiguieron.
Después quisieron obtener beneficios por dejar de matar, y también fracasaron.
Más tarde hicieron un supuesto desarme
que fue un paripé, como ha demostrado el que hace unos meses se
descubriera un zulo y hace unos días hubiera una entrega de armas a Francia. Y,
ahora, también les espera únicamente la frustración si confían en obtener algo
por el acto anunciado para el 4 de mayo. Porque, como nada les debemos, nada
les daremos.
Más allá de escenificaciones, lo único importante
es que la marca de ETA desaparezca para siempre de nuestras vidas.
El objetivo final siempre ha sido y sigue siendo la desaparición total de la
organización terrorista, no hay etapas intermedias. Está operativamente
derrotada, con sus dirigentes en prisión y sin futuro. Ésa es la realidad, una
realidad que no puede cambiar ni tapar ningún teatro. Al igual que tampoco
puede borrar tanto dolor causado ni tanta sangre y lágrimas derramadas.
Precisamente por eso, en estos estertores es más necesario que nunca tener
presente a las víctimas del terrorismo, a las que más han
sufrido, a aquellas que siguen condenadas a la ausencia eterna de sus seres
queridos. No olvidaremos jamás su padecimiento, ni su necesidad de justicia, ni
su reivindicación de memoria. Y vamos a seguir estando siempre a su lado.
Ese es nuestro firme compromiso, trabajar día a día, con
empeño y convicción para que triunfe el auténtico relato, el único relato justo
con la verdad y el sufrimiento de las víctimas, que siempre deben estar en el
lugar que se merecen, en el centro. Por eso vamos a seguir mejorando la
asistencia a las víctimas, con importantes modificaciones legislativas para
aumentar las ayudas, mejorar su protección y fortalecer las políticas de
reconocimiento y memoria, como la inclusión de unidades didácticas en los
centros educativos y del testimonio en las aulas y proyectos como Centro Memorial de las Víctimas
del Terrorismo. Pero también seguiremos investigando los
asesinatos sin resolver, algo para lo que ahora contamos con un enorme archivo
de documentos y material que nos ha cedido Francia. Con que sirvan para
esclarecer sólo uno de ellos ya habrá merecido la pena.
Y es que la desaparición completa, real y efectiva de ETA
tiene que ir acompañada de la plena deslegitimación de los
terroristas, para que no se difumine el auténtico relato y que
toda la sociedad sea consciente de que no se trata de ningún conflicto, sino
que hubo víctimas y verdugos, y por lo tanto no cabe equidistancia alguna. La
sociedad tiene con las víctimas una deuda moral que jamás podremos olvidar y su
sacrificio y su ejemplo deben guiarnos en este camino. Y éste es un camino en
el que no caben los eufemismos para no llamar asesinos a los asesinos, ni las
exigencias de algo que no sea el respeto escrupuloso de las leyes democráticas
y el Estado de derecho.
En estos días se cumplen 41 años del asesinato del guardia
civil Antonio Galán, tiroteado por cuatro etarras en Tolosa.
Llevaba tan solo un mes destinado a la Comandancia de Guipúzcoa y en el bolsillo de su
chaqueta encontraron dos cartas, una para sus padres y otra para su mujer, que
aún vivía en Pontevedra junto a sus tres hijas. También hace 33 años del asesinato
en Galdácano del analista químico Jesús Ildefonso
García Vadillo, a quien dispararon por la espalda delante de su
hija de cinco años, a la que acababa de recoger del colegio, porque los
terroristas le confundieron con un policía. Jesús Ildefonso sería, según el
indigno mensaje del comunicado, uno de esos «errores» que provocaron "víctimas sin
participación directa en el conflicto". Antonio al parecer no merece el
perdón, porque vestía un uniforme, como si eso justificara un vil y cruel
asesinato.
Pese a asumir públicamente la derrota tras tantos años,
estas palabras llegan tarde y mal, ya que pedir un perdón falso y selectivo,
repartir las culpas y justificar sus crímenes no parecen los mejores elementos
para demostrar arrepentimiento. El perdón no puede ser sólo una
palabra, requiere de una actitud sincera, humilde y
arrepentida. Y también de mucha valentía.
Juan Ignacio Zoido es ministro del Interior.
Opinión:
“es más necesario que nunca
tener presente a las víctimas del terrorismo”… eso, señor ministro, va Usted y
se lo explica a las casi 280 víctimas en Cataluña a las que su Ministerio se
niega a localizar. Hace unos días tuve la ocasión de hablar con una de ellas
gracias a la colaboración de una víctima
de Hipercor que, lo pequeño que es el mundo, se conocieron de casualidad. Y a
ese hombre que sufrió las heridas de un atentado en 1994, el ministerio que
usted dirige le ha denegado el derecho a recibir sus derechos por estar “fuera
de plazo”…. Aunque en estos 24 años transcurridos nadie desde el ministerio de
Interior ha hecho la más mínima gestión para informarle y conocer sobre su
salud y sus secuelas.
En cuanto a lo de la diferenciación entre víctimas por
llevar (o no) un uniforme, señor ministro, le recuerdo que su ministerio
colabora en una parecida diferenciación al subvencionar a entidades que están
compuestas exclusivamente por víctimas que llevaban uniforme cuando fueron
atacadas por los terroristas. ¿Sabe usted que no existe una sola asociación de
víctimas civiles, es decir, de las que no llevamos uniforme? ¿O precisamente este
tema es uno de los que sus asesores o sus palmeros no le informan?
No voy a continuar escribiendo porque, aunque sea 1 de mayo
y por tanto festivo, tengo que estar en una hora con dos víctimas del atentado
de la Rambla
de Barcelona para aclarar ciertas dudas que tienen y a las que, evidentemente,
usted ni conoce.
Por lo tanto, menos hablar de “las” víctimas y más trabajar
por ellas…
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